Crítica: Tito (2018), de Esteban Trivisonno

Tito (Argentina – 2018)

BAFICI 20: Competencia latinoamericana – Premiere Mundial

Dirección y Guión: Esteban Trivisonno / Fotografía: Martín De Paoli / Edición: Lucas Ponce Tesido / Dirección de Arte: Carolina Cairo / Sonido: Santiago Zecca / Música: Pablo Crespo / Producción: Pamela Carlino / Intérpretes: Tito Gómez, Manuel Melgar,  Martina Liguori, Santiago D’Agostino, Kevin Trumper / Duración: 84 minutos.

Esta ópera prima del joven santafesino Esteban Trivisonno propone un juego narrativo en su relato “el filme dentro del filme” que funciona como estructura de la película. Aquí, los protagonistas son cinco estudiantes de comunicación social que como trabajo para la facultad deciden filmar un breve documental sobre un conocido actor local. El documental que van construyendo sobre la figura del actor y el proceso de como lograrlo, aún con sus peores desventuras, es la base troncal de este relato iniciático.

El personaje elegido como “el actor”, no es ni más ni menos que Tito Gómez, reconocido por su participación en la película El asadito (2000) de Gustavo Postiglione (2000). Tito será el epicentro de la tensión narrativa, con su carácter invasivo, con sus locuras de divo y en especial con la transformación que vamos descubriendo a lo largo de la historia en la que el amable y empático personaje de los inicios del documental (dentro del filme) se va a convertir en un sujeto siniestro, voraz y peligroso capaz de fagocitarse la película de estos jóvenes adolescentes con tal de dominar toda la escena narrativa.

El coro de cinco personajes que hacen al equipo de estudiantes- documentalistas, está bien definido en sus caracteres según el rol que ocupan en la filmación. El estilo de comedia le permite al director jugar con el humor y mostrarlos como simpáticos estereotipos de la función que cumplen en la película dentro de la película. El director y sus caprichos, la productora y sus imperativos, los comentarios críticos del montajista, el asistente y sus intuiciones sobre lo que sucederá. Como si las personalidades fueran definidas por su tarea en el documental más que por quienes son por fuera del filme, pues por fuera, obviamente casi, no existen como personajes.

Más allá de sus distintivas formas individuales la dinámica entre todos gira alrededor de las patrañas que Tito va tejiendo y cómo de a poco, todos, y cada uno de ellos van perdiendo el control de la película en cuestión.

El mito de los actores vampirizadores de una película es parte de las narraciones colectivas que existen sobre el cine y cómo el mismo cine construye sus propias leyendas. Si pensamos en W.Herzog hablando de Klaus Kinski, o de F.F. Coppola sobre Marlon Brando, o del mismo Burton alucinado por la devoción de Ed Wood ante Bela Lugosi, y la lista de idolatrados o aterrorizantes sigue atravesando 120 años de cine, y más.

Así podríamos inventar una versión satirizante en la que los actores se comieran la obra y liquidaran el proceso para canonizarse como centro absoluto del universo fílmico.

Tito se presenta como una historia pequeña que aspira a recrear en tono de parodia negra la épica de estos mitos del cine y sus poderes ilimitados. El de los más adorados y los más temidos, ellos: los actores.

Por Victoria Leven
@victorialeven

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