BAFICI: Crítica de «Las Plantas», de Roberto Doveris

Las plantas (Chile – 2015)

Dirección y guion: Roberto Doveris / Fotografía: Patricio Alfaro / Edición: Roberto Doveris, 
Pilar Rodríguez / Dirección de Arte: Natalia Mardones, Antonia Garretón / 
Sonido: Diego Aguillar / 
Producción: Rocío Romero, Roberto Doveris/ Intérpretes: Violeta Castillo,
Ingrid Isensee, Mauricio Vaca, Ernesto Meléndez
 / Duración: 90 minutos.

Hay una tendencia que incluye la sordidez como elemento de seducción y el argumento de esta película chilena hace honor a la pose: una joven de 17 años debe cuidar al hermano mayor que se encuentra en estado vegetativo. Sin embargo, lo que podría desembarcar en un pozo de golpes bajos deriva en un camino abierto a la exploración y al descubrimiento del cuerpo como de otra realidad alternativa frente al dolor. Todo se gesta en el hallazgo de un cómic llamado Las plantas que habla de una invasión de espíritus vegetales durante la luna llena.

En el primer plano de la película Florencia dispara a cámara desde un local de video juegos. Corte abrupto. Del colorido y ruidoso mundo de los fichines pasamos a las penumbras de su habitación y a la rutina de las tareas domésticas. A continuación, la difícil tarea encomendada por la madre de cuidar durante un lapso de tiempo a su hermano. La historia no sigue carriles lacrimosos ni victimiza la situación, por el contrario, persigue un enrarecimiento a partir de la diferenciada percepción de la protagonista. La cámara transita su rostro, deposita la fe en su mirada y acompaña la interrogación sobre su cuerpo y el de los otros. El extrañamiento será progresivo, sobre todo porque el testigo principal de los rituales será el hermano, espectral paciente, especie de primer motor inmóvil aristotélico que según un informe médico puede escuchar y sentir. Este indicio le otorga un rasgo siniestro (en el sentido freudiano) a la atmósfera de la película, a medida que los personajes se confundan en sus conductas con las plantas a las que alude el título.

Desprovista de una columna narrativa vertebral y centrada más en lo sensitivo, el filme de Doveris, de factura técnica impecable, repite la frialdad emotiva de una cantidad importante de cintas que, a esta altura, forman el canon festivalero.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

 

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