Reseñas Del Ciclo Film Noir (MALBA) (8)

Los sobornados de Fritz Lang podría tomarse como una síntesis de la evolución de la figura del detective a través de las diversas etapas del género; La ley del hampa (Underworld, 1961) de Sam Fuller es un compendio del policial signado por la belleza salvaje de uno de los directores más influyentes del cine norteamericano a partir de los setenta. Al igual que en Lang, son las corporaciones entidades mafiosas pero Fuller desciende unos peldaños más para mostrar su siniestra intervención en el mundo de las drogas, de la prostitución y de los negocios oscuros. La fuente de la ficción es la recurrente serie de artículos publicados en el Saturday Evening Post acerca del tráfico clandestino de alcohol, pero el realizador es capaz de inyectar una vena poética y expresiva en este mundo de los bajos fondos donde traza la imagen típica de sus antihéroes, nacidos en un mundo corrupto, con hambre de venganza luego de haber paseado su cuerpo por  reformatorios y cárceles. La secuencia inicial de la película basta para destacar una vez más la intensidad de su cine: un asesinato a sangre fría sin concesiones y filmado sin templanza alguna. El final, con un travelling maravilloso, confirma la circularidad de la historia y el nihilismo de Fuller: el mundo es un tacho de basura y un callejón sin salida. Sin embargo, allí donde predomina el horror aún quedan vestigios de poesía.

Hitchcock y sus precursores. Todos recuerdan la huella fotogénica imborrable de Kim Novak en Vértigo, la obra maestra de 1958. Por ende, el efecto de verla en pantalla en 1954 en La casa Nº 332 (Pushover) de Richard Quine es por lo menos extraño aunque confirma una vez más la genialidad de Hitch para filmar mujeres. Pues bien, Quine lo hace muy bien y crea además con el personaje de femme fatale de Lona al antecedente de Sharon Stone en Bajos instintos de Paul Verhoeven. Todo comienza con un asalto a un banco pero de forma silenciosa, sin espectacularidad, a medida que transcurren los créditos iniciales. Luego, otra escena típica del género: un encuentro fortuito dará paso a una relación cuyo destino es siempre incierto. Más allá del argumento, se destacan en la película una fotografía notable de Lester White, capaz de llevar a los bordes del artificio las nocturnas calles mojadas, y la explotación de cierta mirada voyerista a partir del espionaje que practican los agentes policiales por una ventana cuando vigilan los movimientos de Lona, acciones que encienden el deseo desenfrenado y el amor equívoco.  Por otro lado, las sombras no son solo un marco expresionista sino que acompañan el dilema interno del detective (Fred MacMurray, a una década de su actuación en Pacto de sangre, de Billy Wilder) aferrado al piloto y a su sombrero. La pasión invade por completo a la razón, es el lado oscuro que tapa la luna y da lugar a un paradigma recurrente, el del tipo perdido que se corrompe por una mujer irresistible. En un momento culminante Paul, herido, lo mira a su compañero Rick y le dice “Lo siento”. En esa mirada se conjuga todo el sentido del filme y de un arquetipo deudor de la tragedia griega: es el rostro que regresa a la racionalidad de la justicia, el del tipo que se mandó una macana grande pero sabe que ya es tarde. Entonces, entre las sombras (como en Vértigo), emerge ella para una última mirada.

Sobre los traumas de la guerra y sus consecuencias gira Muro de tinieblas (High Wall, 1947) de Curtis Bernhardt. Detrás de su intriga de carácter criminal sobresale la puja entre las voces jurídicas y médicas sobre el carácter imputable o no del protagonista cuya pesadilla emocional consiste en no poder discernir si ha sido testigo de un crimen o si lo cometió él. Mientras tanto, asume un rol claro: no quiere operarse para no ir a juicio y prefiere transcurrir sus días en un psiquiátrico. Al respecto, está claro para donde se inclina la vara según la mirada de Bernhardt. Mientras que el discurso clínico civilizado, racional y legal de la Dra. Ann incita a que se cumpla la ley, más allá de su amor incipiente hacia el protagonista veterano de guerra (Robert Taylor), un abogado en posición de cuervo absoluto arma una estrategia de defensa que vacila entre lo cómico y lo indignante. Historia de amor, de sospecha, con un poco de psicoanálisis y la eterna sombra de la duda.

PROGRAMACIÓN COMPLETA DEL CICLO

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

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