Luz, tiempo y espacio en el cine de Sofia Bohdanowicz

LA ÉPICA DEL DETALLE. LUZ, TIEMPO Y ESPACIO EN EL CINE DE SOFIA BOHDANOWICZ

Recientemente DAFilms.com, la plataforma internacional de video on demand centrada en el cine de no ficción contemporáneo, lanzó una retrospectiva dedicada a la figura de la joven realizadora canadiense Sofía Bohdanowicz. Guillermo Colantonio pudo ver todos los filmes que forman parte de la muestra virtual, a la que se puede acceder desde todo el mundo, y este es su análisis.

An Evening (2019) es un cortometraje de apenas diecinueve minutos y regala, además de placer, una certeza: la importancia del espacio y de la luz en el cine de Sofia Bohdanowicz. Una casa recientemente vaciada es el objeto de exploración durante un atardecer. Objetos dispuestos de diversos modos se ven en función de los últimos rayos de sol que se filtran por las ventanas. Así, lejos de estar frente a una sucesión arbitraria de planos, la película construye un relato desde la ausencia a medida que imaginamos las historias posibles detrás de las cosas. La fuerza mnemónica de los signos es una preocupación constante para la joven directora canadiense y se muestra como uno de sus motores expresivos. ¿Quiénes vivieron allí, cuáles fueron sus pasos? Como toda voluntad de captar el pasado es una ilusión, habrá que imaginarlo y sentirlo. Por eso, además de las imágenes, está ese registro sonoro cuyas músicas nos transportan a otra esfera temporal. A medida que la luz se hace más tenue, la película también se va apagando, a un ritmo natural y pausado, como un cuerpo que languidece en paz. Es también el tiempo de la poesía, donde cada plano es un verso. La continuidad y el pulso rítmico no son detalles menores para fabricar un lapso momentáneo de sensaciones.

A prayer (2017) y Another Prayer (2013) son las dos caras de una misma moneda, dos cortos puestos en diálogo para explorar uno de los aspectos más fascinantes y misteriosos de este lenguaje, a saber, su carácter residual en el inconsciente, o de qué modo las imágenes proyectadas se alejan progresivamente de lo real hasta ocupar el lugar de los recuerdos. En el primero exploramos la cotidianeidad de una mujer mayor en sus quehaceres. El segundo nos muestra las imágenes proyectadas del anterior sobre las mismas superficies de los espacios que circundaba la mujer dentro de la casa. Película dentro de película. El cine como lugar espectral, un intento por restituir la lejanía de la vida para perderla en el tiempo. Pero no todo remite a la duplicación. También hay una poética detrás que confía en la luz como nota diferencial, aún en una época donde lo digital tiende a igualar todo. En efecto, Bohdanowicz encuentra en esos interiores materia cinematográfica pura.

Y en Never Eat Alone (2016), un simpático acercamiento a los amores pasados de su abuela, el docudrama es el marco, pero el espacio vuelve a ser la piedra fundacional. El interés arquitectónico vuelve a gobernar por sobre la narración y los ambientes de la casa son también protagonistas. La ubicación de un antiguo amante coloca en primer plano un rol privilegiado en las películas de la directora, el sujeto que investiga, que intenta desentrañar la trama familiar. Entre la aventura detectivesca de la joven nieta y las acciones diarias de la abuela, entre el pasado y el presente, la alternancia se constituye en el resorte estructural. Pero del mismo modo que el cine es un arte que demuestra su propia imposibilidad de ser netamente transparente respecto de lo real, aquí el pasado es una ilusión que ni las palabras ni las imágenes logran recuperar. El tiempo es implacable, los amantes son ahora ancianos y los signos de la memoria arman un cúmulo de fragmentos apenas rescatables. Ya ni siquiera la abuela está segura de que coincida la imagen que conserva de su amante con el hombre que su nieta ha hallado.

Mansion du bonehur (2017) se caracteriza por su serenidad. En este caso somos invitados a habitar el universo de una peculiar astróloga parisina que lleva cincuenta años viviendo en el mismo lugar, un departamento que será retratado como un pequeño mundo. Pero, además, es también el modo en que una documentalista se conecta con su personaje, la forma de acercarse, de establecer empatía y de pactar un mecanismo posible de filmación, hecho que, al estar incluido como parte de la película, rompe la pared donde se dibuja la palabra verdad en el género propiamente dicho y se desnudan sus convenciones.

Una especie de alegría envuelve el registro e impregna de vitalidad a la pantalla, a pesar de un uso excesivo de la voz en off. Sin embargo, la cuestión decisiva de los espacios reaparece, sobre todo en la fascinación que transmiten los ambientes cuando están interrelacionados a fuego con los cuerpos de sus habitantes. Lugares donde los objetos cobran vida y dan lugar a historias. Por ello, más allá de la aparente modestia formal, se devela progresivamente una épica del detalle. Y más allá de la mujer astróloga cuya profesión hubiera servido a otros para la explotación sensacionalista, es un componente más en la mirada de la realizadora, si se quiere un camino para focalizar el interés en el amor hacia las pequeñas actividades: el goce de hacer un buen pan, el ocuparse de la belleza corporal y el charlar con otros vecinos del barrio.

Y hacia el final, una vez consumada la aventura en París, cuando la directora regresa a su lugar de origen, asoma nuevamente la misteriosa relación entre la experiencia vivida y filmada y su posterior proyección, es decir, la imposibilidad de establecer identidades en un arte donde no es factible medir el tiempo de manera cuantificable. Se pregunta Bohdanowicz “¿todos esos recuerdos, todos esos sonidos y colores formarán una historia, una confesión, un diario, un retrato, un registro de viaje o una experiencia?” Todas estas preguntas se activan mientras vemos por última vez la fachada de “la mansión de la felicidad”, la imagen de algo vivido que ya no es la cosa en sí.

MS Slavic 7 (2019) retoma la trama familiar y la investigación, en este caso sostenida por el alter ego de Sofia, la joven Deragh Campbell. El título alude a un código de acceso para revisar unas cartas en la Biblioteca de Harvard de su bisabuela poeta. ¿Por qué están allí?, ¿cómo fue la correspondencia que mantuvo con un amigo polaco también deportado?, serán algunos de los interrogantes a develar. La reconstrucción de una historia reaparece como inquietud a través de traducciones, complicaciones en el camino y enfrentamientos con una tía académica. A diferencia de otros filmes, la gelidez del registro conspira contra las intenciones primarias. No obstante, lo más interesante es la forma en que se escenifica una experiencia emocional en el proceso de investigación donde se diluyen las fronteras genéricas entre la ficción y el documental, y una identidad se difumina en la evocación de palabras, gestos y cuerpos espectrales convocados por la lectura de los textos.

“Así como un explorador se adentra profundamente en tierras nuevas y desconocidas, uno hace descubrimientos en la vida cotidiana, y en un entorno antes mudo, comienza a hablar un idioma que se hace cada vez más claro. De esta manera, los signos sin vida se convierten en símbolos vivos y el muerto revive” Esta frase se escucha en la más experimental de sus películas, Point and Line To Plane (2019) y en la más sentida, porque parte de una ausencia real, un afecto, un amigo. Es una sentencia cuya resonancia condensa gran parte de la poética de Sofia Bohdanowicz en ese intento por restituir lo vivido. Nuevamente Deragh Campbell será la protagonista de un duelo que consiste en acercarse a las cosas que compartieron con Giacomo, entre ellas los cuadros de Kandisnky, como si ello pudiese revivir un acontecer que ya está inevitablemente extraviado en la lejanía. Es el viaje más especial y más comprometido de todos en tanto y en cuanto se confirma lo vulnerable que somos ante la muerte. Al menos queda el cine, ese arte de los espectros.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

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