Crítica: Al este del paraíso, de Lech Kowalski

East of Paradise (Francia / Estados Unidos – 2005)

Dirección y guión: Lech Kowalski / Fotografía: Mark Brady, Lech Kowalski / Producción: Blanche Guichou, Odile Allard / Duración: 108 Minutos

FESTIVALES
-Venecia 2005 (Premiere mundial) Premio sección Orizzonti
-Mar del Plata 2006
-MARFICI 2007

La identidad es una necesidad básica para el ser humano, poder respondernos a la pregunta de ¿quién soy? es tan necesario como el afecto o el alimento, y es un cuestionamiento continuo cuya respuesta se indaga en imágenes, fragmentos de recuerdos, historias, relaciones con uno mismo y con otros; lo que cada persona va incorporando a lo largo de su vida en determinado contexto histórico, social y cultural. Fortalecer la identidad se liga con el encontrar ese sentimiento interno de unidad que delimita nuestra singularidad, nuestra forma de ser en y con el mundo.

Varias de las películas de Kowalski se remontan a sus más tempranos orígenes, efectuando así una búsqueda a través de múltiples testimonios.

En La Fábrica de Botas (2000) muestra como un grupo de punks polacos manejan una pequeña fábrica en la que elaboran botas de corte militar. Por otro lado La Carretera de Hitler (2002) es una road movie que documenta un viaje a lo largo de esta carretera construida por Hitler en Polonia, y mediante el cual realiza entrevistas a prostitutas búlgaras, camioneros, a un grupo de gitanos y a jóvenes punks entre otros. Más tarde se adentrará en las memorias de su madre en Al Este del Paraíso (2005), ultima parte de lo que compondría esta trilogía fílmica y su obra mas significativa ya que sintetiza su búsqueda personal, artística y filosófica en este periodo de su vida.

Podemos considerar esta película en dos partes. La primera se centra en las memorias de la madre de Lech Kowalski, Maria Werla, y el tipo de vínculo que el director mantiene con ella. Se basa en una larga entrevista en la que la señora narra de manera muy emotiva su experiencia en la Segunda Guerra Mundial durante la cual fue obligada a abandonar Polonia e ingresar en un campo de concentración en el norte de Rusia. La misma suerte corrieron miles de polacos victimas, como ella, del pacto establecido entre Hitler y Stalin.

Aquí relata detalles sobre la oscura búsqueda de sus familiares desaparecidos, supuestamente deportados a Siberia, y todas las experiencias traumáticas que padece durante la misma.

En la segunda parte, Kowalski, muestra imágenes de sus películas y otras pertenecientes a su archivo personal, las cuales refieren al Nueva York de los años setenta. Con la voz en off, sobre estas imágenes, habla de si mismo, su modo de vida y su búsqueda de identidad, involucrándose con los seres que están al margen del sistema imperante en la sociedad norteamericana.

Recordemos que en esta época el enojo estaba dirigido hacia el stablishment y surgen movimientos como el punk que burlaban a los convencionalismos que ocultaban formas de opresión social y cultural. Estas tendencias manifestaban nociones filosóficas como el no conformarse con una única verdad, poder cuestionar lo que nos rodea, no actuar acorde a las manipulaciones mediáticas y por sobre todo revelarse a la progresividad del consumismo.

Situado en este contexto Lech Kowalski encuentra un lugar en la cultura Underground neoyorquina y nunca deja de poner frente a su cámara a personajes marginales, por los cuales girara gran parte de su cine: “A la hora de filmar …. no tengo límites, porque los límites son un invento social. Mi objetivo como director es romper todos los límites. Ese es el objetivo de ser una persona creativa: superarlos”.

De modo similar a como el gran pensador Jacques Derrida expone con una elevada dosis de rebeldía y critica al sistema su conceptualización sobre la noción de deconstrucción (pensamiento que critica, analiza y revisa agudamente las palabras y sus conceptos), Kowalski a partir de una deconstrucción de imágenes trata de reconstruir su historia personal, su sentido de pertenencia, su misma esencia.

Durante el desarrollo de la película podemos ir descifrando el estrecho vínculo que se generará entre los marginados de la sociedad actual y los expatriados de la Segunda Guerra. El director denota de este modo, una analogía entre sus experiencias vividas en el mundillo neoyorquino y las que son narradas por su madre.

Provocativo y excluido durante mucho tiempo Kowalski es dueño de un estilo en donde la espontaneidad y la improvisación juegan un papel muy destacado. Es uno de los pocos realizadores que, además de comprometerse fielmente con su forma de hacer cine, logra establecer una congruencia real entre lo que profesa y lo que capta con la cámara.

Pero posiblemente nadie pueda dar una idea tan clara de Kowalski como el propio realizador, que de esta manera se define como persona y artista: “Terminé a la fuerza haciendo porno y aprendiendo acerca de la vida. Nunca hice mucho dinero, pero aprendí como manejar equipos y como tratar con toda clase de gente rara que vivía en los márgenes de la sociedad y no se preocupaba por tener que levantarse a las 6 AM para llegar a horario al trabajo. Mucha gente se pasa la vida haciendo esto. Yo aprendí a no hacerlo. Si me levanto temprano es por mí, y como soy un artista independiente trabajo 20 horas al día. Es un compromiso full time y no es trabajo. Es mi vida…”

Maria Paula Ríos
redaccion@cineramaplus.com.ar

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