Crítica: A fábrica de nada (2017), de Pedro Pinho

A fábrica de nada (Portugal – 2017)
Festival de Cine Europeo de Sevilla: Mejor Película
MDQFEST32: Premio de la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales

Dirección: Pedro Pinho / Guion: Pedro Pinho, Luisa Homem, Leonor Noivo, Tiago Hespanha / Fotografía: Vasco Viana / Montaje: Cláudia Oliveira, Edgar Feldman, Luísa Homem / Producción: João Matos, Leonor Noivo, Luísa Homem, Pedro Pinho, Susana Nobre, Tiago Hespanha / Intérpretes: José Smith Vargas, Carla Galvão, Njamy Sebastião, Joaquim Bichana Martins, Daniele Incalcaterra / Duración: 176 minutos.

Abordar un filme con la problemática del trabajo como tópico nuclear y la fábrica como espacio icónico, a la vez que pone en discusión el rol del obrero, aquel obrero entronizado por el marxismo y devastado por los modelos neo liberales, nos abre un encuadre dramático–narrativo muy interesante para un director joven que se lanza con una audacia sin límites a 176 minutos de relato cinematográfico.

Una película que se instala en la conflictiva relación de poder entre una patronal que está descuartizando una fábrica, dejando a sus obreros sin material ni máquinas para producir, hecho que solo los lleva a instalarse ahí (aunque no haya nada que hacer) como una manera de no abandonar su fuente de trabajo mientras el discurso engañoso de los poderosos sea la idea de encontrar en sus empleados otras capacidades para realizar nuevas tareas, pues obviamente nadie aquí habla de despidos (leamos el subtexto).

La imagen de una fábrica que no fabrica es algo tremendamente atractivo en cuanto a su poder simbólico: es la anti–fábrica. Parece que el director quiere aquí metaforizar cómo funciona el sistema capitalista, que es un modelo de no producción sino más bien de especulación y explotación que son dos cosas muy diferentes.

En este estado de crisis generalizada, de parálisis por un lado y de crecimiento del conflicto por el otro, Pedro Pinho instala unos cuadros musicales dentro del relato de manera imprevista, pero que logran ser orgánicos al filme en su totalidad.

Aunque la historia organice una trama grupal hay una suerte de protagonista o figura central, algo parecido ocurre en los créditos ya que se anuncia como “Una película de João Matos, Leonor Noivo, Luisa Homem, Pedro Pinho y Tiago Hespanha”. No hablo de un protagonista central de la historia, ni de cine coral como estructura narrativa, hablo de cine colectivo.

La propuesta es audaz y de reflexiones nada superficiales, pero sufre de varias mesetas narrativas, pues el conflicto queda anclado en la ambivalencia de lo activo/pasivo y en una extensión de tres horas de película eso se hace notorio. La intención de querer abarcar muchas cosas, personajes, subtemas, temas, aristas la extienden y debilitan en detrimento de la calidad germinal del filme. Una película para un espectador, paciente, atento y que pueda evitar hundirse en la abulia cuando el relato sufre sus embates contra el tiempo de pantalla.

Por Victoria Leven
@victorialeven

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