BAFICI: Crítica de «Inmortal», de Homer Etminani

Immortal (Colombia / España – 2016)
BAFICI 2016: Competencia latinoamericana

Dirección, Guion, Fotografía, Edición y Sonido: Homer Etminani / Dirección de arte y Producción: Carmen Viveros/ Intérpretes: Cosme Peñate, Hellens Rentería, Yesenia Quiróz, Rita Quiróz
 / Duración: 74 minutos.

Me cuesta acatar esas categorías. Todos mis documentales son estilizados. En nombre de una verdad más profunda, una verdad más extática-el éxtasis de la verdad-contienen partes inventadas. A veces puedo decir entonces que se trata de ficciones disfrazadas.” Werner Herzog (Manual de supervivencia, 2011)

En La virgen de los sicarios (2001), la notable película Barbet Schroeder, hay un momento escalofriante. Es un detalle, apenas un signo. Sin embargo, dice mucho más sobre la violencia y el estado de un país que otros segmentos más explícitos. En un terreno elevado que oficia como un basural para los transeúntes ocasionales se ve un cartel que dice “prohibido arrojar cadáveres”. La sencillez del pedido contrasta con la gravedad de un mundo donde los cadáveres son rebajados a su condición de objetos desechables. Y el efecto es devastador.

Inmortal de Homer Etminani retoma lo anterior y lo pone en otro contexto. No obstante, tiene una prehistoria que se forjó a partir de un hecho imprevisto sobre el rodaje: el protagonista, Cosme Peñate, murió en un accidente. De modo tal que la película está partida en dos. Comienza como una ficción y termina como un documental, sin ser necesariamente éstas, categorías excluyentes. Todo el tramo inicial utiliza un registro observacional de los personajes en sus respectivos ambientes. Cosme vive sobre la playa y entre otros menesteres, recoge cadáveres del mar que llegan desde la guerrilla. Nada escapa a su mirada y los primeros planos del rostro adusto lo confirman. Está ahí en cuclillas, recorre las orillas contaminadas de chatarras que nada tienen para ofrecer al paladar turístico porque allí reina  la expectativa siniestra de hallar un cuerpo a cada momento. Si hay algo que escenifica Etminani es la naturalidad con que se habla de la muerte (“Ahora la cosa está calmada, no han aparecido muchos cuerpos”). Basta escuchar el diálogo que sostienen Cosme y Hellens, la joven que lo contacta para saber del paradero de un familiar caído en combate. Esto le da un peso simbólico a Inmortal que, a falta de intensidad, encuentra su fuerte en los silencios, las omisiones y las elipsis narrativas. En todo caso veremos retazos visuales que materializan momentos, tránsitos y signos sociales de lugares marginales, condenados al olvido. La incomodidad será potenciada, además, con una banda sonora de ruidos naturales y urbanos cuya saturación rodea la pantalla de manera omnipresente. En todo caso, cuando la tensa calma se altera con la aparición de un cadáver, el registro adoptará el estilo nervioso del noticiero que se planta en el lugar de los hechos y sigue los movimientos frenéticos de los lugareños. De lo contrario, la cámara encuentra un reposo en la playa para que los personajes atraviesen el cuadro desde diferentes direcciones.

Cuando se produce el quiebre (hay una escena elocuente), se da lugar a una serie de testimonios frente a cámara que ponen a la película en otro lugar y confirma la estrategia formal resultante de los imprevistos. El documental surge como urgencia y la palabra suple al mutismo inicial: Cosme se transforma de observador en sujeto observado, reconstruido verbalmente por quienes lo conocieron, habitantes que, pese a la dificultad por expresarse, son capaces de regalar momentos metafóricos únicos (“Tenía una enfermedad dormida”). El otro camino, “el de la ficción”, continuará con el solitario y conmovedor viaje de Hellens hacia un destino incierto, despojado de dramatismo pero no exento de belleza.

Inmortal vacía progresivamente el cuerpo del espectador, su efecto se construye a través de un montaje que dosifica los estados de violencia real y simbólica ante nuestros ojos, de manera tal que cuando concluye la película, la pregunta acerca de lo que vimos asoma con descaro. Se trata de una experiencia que el cine no suele regalar fácilmente.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

 

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