Filmoteca en vivo: Ciclo Westerns en CinemaScope

Esta noche y mañana la Filmoteca Buenos Aires presenta en la sala INCAA KM 1 de la ENERC cuatro Westerns en CinemaScope. Como siempre las funciones son gratuitas y las copias son fílmicas.

ENERC – Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, Moreno 1199 – Ciudad Autónoma de Bs. As.

PROGRAMACIÓN

VIERNES 31 OCTUBRE

23.00 Hs
PISTOLEROS DEL ATARDECER (Ride the High Country, EUA-1962) de Sam Peckinpah, c/Randolph Scott, Joel McCrea, Mariette Hartley, Ron Starr, Edgar Buchanan. 94’.
El primer ejemplo del llamado “western crepuscular” es este hermoso film de Peckinpah, que aún no quería revolucionar el género sino simplemente honrarlo a través de dos de sus mayores estrellas, Randolph Scott y Joel McCrea. Utilizando a ambos actores en toda su dimensión simbólica, el film es en parte una buddy-movie, porque importan los vínculos entre los protagonistas y las leyes tácitas que rigen la propia conducta. También es en parte una road-movie, porque hay un largo camino que recorrer y las cosas no terminan como empezaron. Pero fundamentalmente es un relato sobre eso que tener para poder enfrentar el atardecer como un hombre. ¡Obra maestra!

SÁBADO 1 NOVIEMBRE

19.00 Hs.
LOS COMANCHEROS (The Comancheros, EUA-1961) de Michael Curtiz, c/John Wayne, Ina Balin, Led Marvin, Stuart Whitman, Nehemiah Persoff. 107’.
Un ranger de Texas sigue la pista de un grupo de delincuentes que venden armas a los comanches. Se trata de un vehículo para John Wayne en el apogeo de su estrellato, como lo delata la misma presentación de su personaje, diseñada para que el público aplauda. El relato es un poco fragmentario pero el film carece de pretensiones y avanza con la velocidad necesaria para que resulte muy disfrutable. Fue el primero que hicieron justos Wayne y Lee Marvin, a los que John Ford reunió después en dos ocasiones memorables (Un tiro en la noche, Aventureros del Pacífico). Entre otras figuras del viejo western de clase B, aparecen brevemente Bob Steele, Guinn “Big Boy” Williams y Cliff Lyons. Un clásico digno de los mejores Sábados de Súper Acción.

21.00 Hs.
EL HOMBRE DEL OESTE (Man of the West, EUA-1958) c/Gary Cooper, Lee J. Cobb, Julie London, Jack Lord, Arthur O’Connell, Royal Dano. 100’.
Todos los temas preferidos por Mann aparecen sintetizados en esta obra maestra, que por haberse hecho de manera independiente siempre fue muy difícil de revisar, y más aún en su formato original de pantalla ancha. Un héroe cuyos rasgos definitorios se van volviendo evidentes a medida que transcurre la acción; un pasado traumático del que no se puede escapar; una familia (en este caso adoptiva, pero familia al film) que ha dejado marcas terribles en el protagonista; un climax de proporciones épicas entre padre e hijo. Todo eso y mucho más, encarnado principalmente en la estatura mítica de Gary Cooper y en la calidad interpretativa de Lee J. Cobb (que hace del padre de Cooper aunque en verdad era diez años más joven). Aunque Mann filmó después otro western (Cimarron, 1960) El hombre del Oeste fue su último aporte verdaderamente personal al género.

23.00 Hs.
EL HOMBRE DE LARAMIE (The Man from Laramie, EUA-1955) c/James Stewart, Donald Crisp, Arthur Kennedy, Wallace Ford, Cathy O’Donnell, Alex Nicol. 104’.
El último de los westerns que hicieron juntos Anthony Mann y James Stewart (y el único realizado en Cinemascope) fue The Man from Laramie, que se estrenó en Argentina como Hambre de venganza. En realidad, este título es apropiado para casi todos esos westerns porque el personaje de Stewart siempre aparece torturado por un “hambre de venganza”, aunque sus motivos precisos no suelen revelarse hasta el último tercio del relato. En todos ellos hay, además, ecos shakespeareanos, pero El hombre de Laramie es el más explícito en este sentido ya que su trama es una versión libre de Rey Lear. Aquí no hay rey pero sí un poderoso hacendado (Donald Crisp) que percibe la inminencia de su propio final y causa una catástrofe al intentar repartir el poder entre sus herederos. El personaje de Stewart funciona como catalizador de esa explosión de violencia familiar y, aunque la padece, permanece al margen de sus principales causas y consecuencias, como una especie de espectador privilegiado de esa tragedia que no lo necesita.

 

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