Crítica: Sophie Jones (2020), de Jessie Barr – MDPFF35

Sophie Jones (Estados Unidos – 2020)
35 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: Competencia Internacional

Dirección: Jessie Barr / Guion: Jessie Barr, Jessica Barr / Producción: Lindsay Guerrero, Joe Dinnen, Jessie Barr, Jessica Barr / Fotografía: Scott Miller / Montaje: Naomi Sunrise Filoramo / Sonido: Andrés Velásquez  / Música original: Nate Heller / Intérpretes: Jessica Barr, Skyler Verity, Claire Manning, Charlie Jackson, Dave Roberts / Duración: 85 minutos.

La manera en que se nos presenta Sophie en la primera escena ya marca la lógica de su comportamiento. La vemos como entra a una habitación y toma una urna de madera. La manera en que la sostiene, con delicadeza, con el mismo cuidado con que la abre. Guiada por la curiosidad, vemos como apoya un poco del contenido en su dedo y se lo pasa por la lengua. Lo prueba para rápidamente devolverlo. Avanza para después detenerse. Y así como luego nos enteraremos que lo que guarda en su interior esa caja son los restos cremados de su madre, entendemos que tanto esa secuencia introductoria como el resto de las acciones que tomará de aquí en adelante son el resultado de un doble duelo: el de la pérdida de un ser querido y el que implica ser adolescente. Inmersa en su turbulencia emocional, Sophie hará de la experimentación la estrategia más efectiva con la que sobrellevar su dolor. Pero los impulsos, se sabe, no siempre nos conducen hacia donde queremos. Del deseo urgente por perder la virginidad, se enfrentará a la insatisfacción de las primeras relaciones sexuales (“los chicos son unos imbéciles, no tienen sentimientos, solo nos ven como un objeto; cuando eyaculan se van”). Por querer comprimir sus etapas, terminará haciendo cosas que en el fondo ni siquiera entiende bien porque las hace y mucho menos le importa.

En algún punto, Sophie Jones aprovecha la impunidad impredecible con la que se mueve su protagonista para armar un esquema narrativo lábil, compuesto más por una ondulación de estados de ánimo que por anclajes dramáticos fuertes. De hecho, por más que uno intente, es imposible identificar cuál es la línea que moviliza al personaje más que soportar la secundaria hasta que sea la hora de armar las valijas e ingresar a la universidad. Sophie entra y sale de su relación amorosa como de su casa. Se pelea y se arregla con su mejor amiga. Se contradice varias veces y continúa como si nada hubiese ocurrido. Sophie flota a través de las escenas como las escenas flotan a través de la película y como la película flota gracias a la música. Porque si hay algo que demuestra la ópera prima de Jessica Barr es que no hay coming-of-age sin una banda sonora que aporte sentido ahí donde muchas veces la imagen no tiene nada qué decir o no sabe cómo. ¿Cuántas veces vemos sino a Sophie escuchando música a todo volumen mientras conduce para que reconozcamos la supuesta “furia” que lleva dentro?

Está claro que Barr sabe cómo hacer una elegía indie, sabe dónde poner la canción justa para que exprese la emoción correcta, pero a diferencia de lo que puede ocurrir por ejemplo en Lady Bird (Greta Gerwig, 2017), Sophie Jones cae varias veces en el vicio de lo puramente estético para salvar la ingravidez del argumento (pienso por ejemplo en el uso y abuso del recurso del estilo de videoclip o en la sesión de fotos que hace con la hermana en la bañadera llena de pétalos, la cual solo tendría razón de ser en un inicio de Instagram). Sin embargo, por más que la cámara insista en envolver a Sophie en una epifanía constante o sumergirla en una tristeza muda de acordes mayores, conocemos más de ella en los dos o tres momentos en los que se la aísla del resto apartándola a un costado del cuadro. Mediante un gesto, una mirada o un silencio –ahora sí, genuino-, en esos instantes mínimos en los que el entorno deja de ser un campo donde batallar la angustia propia, es que se nos abre fugazmente un canal para que, por un milisegundo, nos asomemos de lleno en las profundidades de su dolor y en una de esas, podamos encontrarle el sentido a sus contradicciones.

Por Felix De Cunto
@felix_decunto

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