Je suis Annemarie Schwarzenbach (Francia – 2015)
Asterisco: Competencia de largometrajes
Dirección: Véronique Aubouy / Guion: Thomas Cheysson, Véronique Aubouy, Yves Nilly / Fotografía: Hugues Gemignani / Montaje: Colette Beltran / Música: François Marcelly-Fernandez, Lam Son N’Guyen, Timon Koulmasis / Intérpretes: Julia Perazzini, Megane Ferrat, Nina Langensand, Pauline Leprince, Stephen Loye, Valentin Jean / Duración: 85 minutos.
REFLEJOS ÍNTIMOS
La consigna, no expresada pero sugerida, parece bastante sencilla: elegir una frase representativa de la obra de la suiza Annemarie Schwarzenbach y hacerla propia. En una especie de garaje y con dos jóvenes en guitarras, cada uno se adueña del micrófono para expresarse en la encarnación de la poética. Algunos sólo la repiten, otros la gritan, pero siempre se trata de un reflejo, de una liberación como un manifiesto que acompaña las nuevas corrientes.
Pero, ¿hasta qué punto la frase aún le pertenece a Schwarzenbach? ¿Cuándo se vuelve autónoma y puede absorberse? ¿En qué momento sus poses, gustos, gestos, formas de vestir y apariencia se alejan de las imitaciones de los fanáticos para transformarse en registros individuales?
En Je suis Annemarie Schwarzenbach la exhibición se efectúa de manera doble: por un lado, la definición de la artista y, por otro, el pasaje de las características del ídolo hacia una apropiación para encontrar la singularidad. Para generar este desdoblamiento, que en varias ocasiones posee un límite muy fino entre uno y otro instante, la directora francesa Véronique Aubouy se vale de las grabaciones de los castings que ella misma realiza junto a su asistente Marion para encontrar quien represente a la suiza.
El trabajo de la doble articulación se concreta de forma pausada: en principio Aubouy muestra diversas entrevistas y requerimientos a los postulantes como la copia de poses, vestimenta o gestos pero lo más interesante son las escenas donde, a partir de ciertos datos, la actriz o el actor primero expone una experiencia personal y luego la convierte en algo ajeno. Una joven comenta que desde pequeña estaba enamorada de su mejor amiga pero ella no sentía lo mismo. A los 17 les contó a sus padres que era homosexual y ambos se escandalizaron; reacción que la lastimó. “¿Cómo lo relataría Annemarie?” pregunta la directora y la muchacha adopta una pose diferente para retratar un hecho semejante.
En una segunda instancia, Aubouy juega con sus actrices y actor a reproducir escenas en un cambio permanente de roles entre ellos. Acá entra en juego de manera más marcada la huella personal tanto sea en dudas sobre la propia sexualidad, en algunos casos, o en la contención o liberación de ellos mismos.
Los planteos de la directora son interesantes así como su puesta en escena pero, sobre el final de la película, los trabajos de interpelación pierden su eficacia y se vuelcan hacia búsquedas más concentradas que tampoco terminan por ser funcionales a la idea madre. Tal es el caso del hombre en calzoncillo que se incorpora sin razón.
El juego en Je suis Annemarie Schwarzenbach se vuelve esencial para el autodescubrimiento y la proyección de un otro, como la especie de lucha sugerida del título de “yo soy annemarie” que poco tiene que ver con los egos para conseguir el papel, sino, por el contrario, con el conocimiento propio basado en algún rasgo de la artista y en la relación con el otro. Porque, al final de cuentas, todos y ninguno son la joven suiza; el verdadero desafío es percibir en qué momento se quiebra la delgada línea entre uno y otro.
Por Brenda Caletti
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