Virus tropical (Colombia – 2017)
BAFICI 20 – Competencia Internacional
Berlinale 2018 – Competencia Generation 14plus
SXSW Film Festival 2018 – Premio del Público
Dirección: Santiago Caicedo / Guión: Enrique Lozano / Producción: Carolina Barrera, Santiago Caicedo / Edición: Simón Hernández, Jorge Vallejo, Santiago Caicedo / Dirección de arte: Powerpaola / Música: Adriana García Galán / Voces: María Cecilia Sanchez, Alejandra Borrero, Diego León Hoyos, Martina Toro, Mara Gutiérrez / Duración: 96 Minutos.
Lo primero que llama la atención de Virus tropical es su naturaleza animada, resultado de la adaptación de una novela gráfica en clave autobiográfica perteneciente a la dibujante e historietista Powerpaola. Caicedo selecciona algunos capítulos y ofrece esta versión cuya principal característica es respetar el espíritu del cómic original, no solo en su atmósfera sino en el estilo visual. De este modo, uno de los ejes formales clave de la película pasa por aceptar ver breves movimientos sobre cuadros fijos como si se tratara de un pacto con el espectador, a tal punto que en determinados segmentos podrían, incluso, confundirse ambos formatos. Para evitarlo, se nota la presencia abusiva de zooms hacia los cuadros o desplazamientos laterales, tendientes a marcar terreno, aunque ello no signifique que se delimite claramente la diferencia entre una y otra modalidad (lo que puede generar un argumento capaz de problematizar el proyecto mismo de traslación).
Pero más allá de esta cuestión, hay una historia y un comienzo que, como tantas veces vimos en la historia del cine, supone la entrada de una cámara a una habitación, en este caso para que seamos testigos del momento en que los padres conciben-sin saberlo- a la protagonista. Las gotas de lluvias se transforman en espermatozoides hasta que aparecen los créditos mientras suena una música folklórica moderna. Una narración en off se ofrece como marco para darle entidad a la niña, producto de un accidente cuyas explicaciones rozan el realismo mágico, tan caro a la región. La ciudad es un caos y la familia es un reflejo, a primera vista, de ese apocalipsis urbano de ruidos, humo y líquidos varios, formada por un padre pastor y su mujer, más las tres hijas que parecen trasladar el afuera a su propia disfuncionalidad (¿una versión latinoamericana de Los Simpsons?), sostener apariencias y hacerle frente a la vida cuando el macho no está. Hay un punto interesante en la manera en que el universo femenino progresivamente se magnifica en medio de la supervivencia y de la mediocridad masculina. El sentido de comunidad entre las mujeres, ante la egoísta decisión del padre que se borra para seguir su camino, crece durante el transcurso de la historia a pesar de vivir cada una con su propio destino.
A medida que el tiempo pasa, idea sostenida con una mecánica del raccord que privilegia las elipsis narrativas, recurso fiel a la naturaleza del cómic, el relato de Paola proyecta desde un lugar autobiográfico una visión adolescente de rebeldía, sueños y desengaños. El paso de los años acomoda y desacomoda, y la pone en frente a descubrir, en definitiva, qué es el amor y cuál es el lugar que le toca en el mundo. Su llegada tardía y forzada a la vida potencia su sensibilidad, a tal punto que se asemeja al famoso personaje superdotado de Roald Dahl, Matilda.
El orden de las referencias visuales conformado por una serie de signos tales como pósters, libros y otros objetos, es propio de un sincretismo cultural que, no solo devela el pensamiento cruzado de una mente adolescente, sino también el estado de una región que encuentra su energía (su virus) en la heterogeneidad (tropical). De este modo, páginas religiosas, tratados freudianos o lacanianos, se encuentran al lado de la imagen del grupo Kiss, en esta película que se apropia sin pudor de varios de los clisés del indie americano para constituir una voz discursiva desde un no lugar, desde la visión de una mujer, para crear-como diría Virginia Woolf- “un cuarto propio”.
Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant