Crítica: Una serena pasión (2016), de Terence Davies

Una serena pasión / A quiet passion (Reino Unido / Bélgica – 2016)

Dirección y guión: Terence Davies / Fotografía: Florian Hoffmeister / Montaje: Ian Neil / Intérpretes: Cynthia Nixon, Jennifer Ehle, Duncan Duff, Keith Carradine, Jodhi May, Joanna Bacon / Duración: 125 minutos.

EL ALMA DEL POETA, ENTRE LA DIVINIDAD Y LA PASIÓN

El último film del director inglés Terence Davies (Sunset song, La luz entre los océanos, The house of Mirth), nos lleva de viaje hacia la vida de la inquietante poetisa americana del siglo XIX Emily Dickinson, desde el momento en que está en el inicio de su adultez hasta el fin de sus días.

La película condensa casi 30 años de la vida de nuestra protagonista utilizando recursos muy cuidados, sutiles y efectivos para denotar el paso del tiempo como las conversaciones sobre la guerra de la secesión y su arco histórico, el uso de las fotografías y los cambios en las caracterizaciones. Un manejo temporal para nada disruptivo, sino todo lo contrario creciente, lento y cadencioso.

En el raconto de su vida vemos a la joven Emily llegar de nuevo a su hogar luego de 13 años pupila en Amherst Academy, donde en una escena muy inteligente el realizador ya nos muestra su espíritu cuestionador y contestatario entre las alumnas y la docente del establecimiento. En este regreso, sus costumbres contrastarán con las del resto de los lugareños. Su ropa, su actitud anti social, sus planteos de corte feminista y su preferencia por relacionarse solo con mujeres, en este caso construyendo una simbiótica relación con su hermana Vinnie, que será un punto velado dentro del film en cuanto al tema del amor lésbico y los tabúes de la época.

Pero decir que la película es tan solo un paneo por la vida de esta magistral poetisa no es hacerle justicia, ya que lo arriesgado, sin duda alguna, está en la elección de esta figura de las letras hoy reconocida a la altura de grandes plumas masculinas americanas como la del maestro Walt Whitman.

Estamos en el año 1800 y la voz femenina es algo aún no validado, no autorizado y ante todo cercenado por uno de los más grandes poderes sociales: la iglesia. De joven Emily ya deja entrever sus filosas observaciones sobre el rol de la mujer, el amor y la libertad del alma, inquietantes reflexiones para la figura de su padre, un personaje clave en la historia y en la vida real de Dickinson.

El padre es presentado como un pensador libre, abierto a los debates, pero por eso no deja de representar la ley familiar y ante todo el bastión de los valores religiosos como principios incuestionables: “el alma no puede pertenecerle a los hombres, el alma le pertenece exclusivamente a Dios”.

Davies utiliza una cámara austera y nítida en sus encuadres, construyendo rígidos planos fijos que ponen a la vista lo estructurado en la vida de la escritora, haciendo del espacio un espejo de las armazones sociales. En contraste hay algunos travellings muy suaves, casi circulares, que en los momentos más íntimos acompañan a la protagonista en una observación de su soledad, escribiendo y fantaseando. Un travelling muy notorio, el más vertiginoso de todos, se plantea cuando la escritora enferma de nefritis y cada vez más cerca de la muerte alucina que alguien, a quien sueña su amante, viene a su cuarto a poseerla.

El relato podría instalarse como un mero biopic de una mujer de renombre con una vida de aislamiento y soledad, todo enmarcado en una época atractiva a la vista y reflejada con detalles elegantes. Pero Davies elige rescatar la poesía, eso que hace de Dickinson un sujeto único, con todo lo que la palabra “poesía” connota y sublima.

Con el uso de la voz en off de la protagonista, escuchamos en varios pasajes las rimas de Dickinson, que acompañadas de una cámara contemplativa nos alejan de la mera biografía tradicional para envolvernos con la belleza de la metáfora y sus íntimas pasiones.

Amistades por correspondencia, aislamiento absoluto, una escritura inédita con casi 2000 poemas jamás publicados en vida y ante todo la desgarradora puja del alma entre Dios y el hombre. La espera de un amor que jamás llega, la lucha por el libre albedrío y la resignación frente a la idea religiosa del destino.

Es cierto también, que hay elementos que al film no le otorgan una mayor categoría, son algunos muy específicos y no menores: una extensión excesiva en la duración total generando varias mesetas narrativas, la elección de Cynthia Nixon que no resulta ser la mejor de todas las opciones para un personaje tan atormentado como el de la poetisa que encarna y cierta aliteración en los diálogos donde temas ya tratados vuelven a la carga sin grandes variaciones.

Si la poesía de Dickinson y esta panorámica sobre la época son de interés para el espectador, es una buena oportunidad para que el film nos motive a leer los textos de esta gran artista.

“Como yo no podía detener a la muerte,
amablemente, ella se me detuvo junto a mí”
Emily Dickinson

Por Victoria Leven
@victorialeven

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