So late so soon (Estados Unidos – 2020)
22 BAFICI: Competencia americana
Dirección, Guion, Fotografía: Daniel Hymanson / Producción: Kellen Quinn, Josh Penn, Trace Henderson, Noah Stahl / Montaje: Isidore Bethel / Sonido: Eli Cohn / Música original: Zach Seman / Intervienen: Jackie Seiden, Don Seiden / Duración: 71 minutos.
Este documental de Daniel Hymanson refleja la rutina diaria de dos artistas, Jackie y Daniel Seiden, quienes abren las puertas de su casa en Chicago dejándonos entrometernos en la vida que han compartido durante cincuenta años, y entrever tanto el presente como el pasado artístico con material de archivo (filmaciones y fotografías en las que siempre aparecen juntos) para acceder finalmente a sus trabajos artísticos casi indiscernibles de sus vidas, ya que tanto vida como arte se funden en una sola y misma cosa, es decir, que arte y vida son la frágil materia de las que tanto Jackie como Daniel están hechos…
El director, Daniel Hymanson, fue alumno de la clase de arte que dictaba Jackie cuando ella era mucho más joven, y él apenas tenía tres años. De hecho, veremos un video en el que una joven Jackie, rodeada de sus alumnos, niños entre unos cinco y siete años, juegan con objetos intentando recrear un restaurante con los materiales que encuentran a mano, según reza la consigna de Jackie. Todo vale para montar una puesta en escena, no importa donde, cualquier lugar resultará apropiado si se cuenta con los objetos precisos y si uno se deja llevar por el impulso creador.
En la primera escena vemos a Jackie en la cocina de su casa desenrollando hilo dental del que una vaquita de juguete atada cuelga suspendida en el aire flotando por encima de las hornallas de su cocina, lo que en criollo equivaldría a, metáfora más metáfora menos, tirar toda la carne al asador. La serie de valijas vacías y abiertas en medio de un cuarto nos llevan a creer que el contenido se ha esfumado mágicamente, o mejor aún, que volverá a su lugar tan mágicamente como se esfumó cuando llegue la hora de emprender viaje…
Lo que para cualquier ama de casa, como por ejemplo el hallazgo de un ratón en la cocina, hubiera significado una tragedia doméstica, para Jackie significa la posibilidad de emprender una aventura con ribetes épicos al llevar a su ratón al rango legendario de Moby Dick, y ella ponerse a la altura de un infausto Ahab. Daniel para no ser menos ha creado un rinoceronte de acero y aluminio que luce en el jardín de la casa como una especie de santo patrono o alter ego, un animal que lo representa de pies a cabeza, con esa imperturbabilidad y resistencia a toda prueba, que incluso soporta con estoicismo las peroratas tan espontáneas y expresivas hasta el límite del agotamiento que nos provoca la energía verbal y desmesurada de Jackie, no puede dejar de hablar. O ese dominio del cuerpo en reposo que Daniel ha sabido conseguir durante horas y horas de trabajo sentado sobre un sillón dibujando retratos, lápiz en mano, manteniendo la cabeza gacha como si en cualquier momento estuviera dispuesto a embestir si hiciera falta…
Si Daniel consigue con su postura física y emocional permanecer impertérrito e inconmovible frente a las embestidas verbales reiteradas una y otra vez, hay que decirlo, incluso hasta el hartazgo por la energía desbordante de Jackie es porque ha sabido inmunizarse contra los ataques de celos injustificados o los monólogos que despacha con una majestuosa intrascendencia, como por ejemplo cuando argumenta sobre la necesidad de utilizar el mismo tubo de pasta dental resultando su razonamiento muy lógico y nada desdeñable. Sin embargo, Jackie demuestra a cada paso que es una verdadera artista, incluso cuando no está frente a la pantalla de su computadora creando imágenes digitalmente, o alineando objetos sobre superficies de manera simétrica.
En algún momento, moviéndose al ritmo de “Smooth operator”, aquel hit de los ochenta interpretado por Sade, Jackie demostrará un loable dominio del cuerpo y del espacio mientras recorre el living de su casa de manera lúdica y despreocupada como lo haría una adolescente dejándose llevar por su singular sentido del ritmo, mientras que Daniel, a la hora de expresarse con el cuerpo, lo hará al ritmo de un viejo estándar de jazz, “All of me”, no resultará ni tan decidido ni tan lanzado como Jackie.
La casa de estilo victoriano, en la que abundan instalaciones, dibujos, pinturas, objetos, esculturas y animales creados por Daniel, no sólo representa la construcción de toda una vida en común, en la que cada ladrillo y cada mosaico han sido elegidos, moldeados, movidos y removidos tanto por uno como por el otro, sino la prueba más fehaciente de lo que significa el proceso creativo tanto en el arte como en la vida misma. Los dos han echado mano a esa construcción en donde se vuelve imposible discernir las obras artísticas que crearon de la vida que los dos artistas compartieron durante más de cincuenta años.
Por Gabriela Mársico
@GabrielaMarsico