La tragedia de Macbeth (Estados Unidos – 2021)
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Dirección: Joel Coen / Guion: Joel Coen, basado en la obra teatral de William Shakespeare / Producción: Joel Coen, Robert Graf, Frances McDormand / Música original: Carter Burwell / Fotografía: Bruno Delbonnel / Montaje: Reginald Jaynes (Joel Coen), Lucian Johnston / Intérpretes: Denzel Washington, Frances McDormand, Alex Hassell, Bertie Carvel, Brendan Gleeson, Corey Hawkins, Moses Ingram, Harry Melling, Miles Anderson, Matt Helm, Olivia Washington / Duración: 105 minutos.
Joel Coen, en solitario, dirige una nueva versión del drama de Shakespeare, La tragedia de Macbeth. Con una economía de medios, opta por el blanco y negro y el uso expresionista de la luz y del claroscuro para aportar cierta cualidad hipnótica a una atmósfera gélida y tenebrosa. Así, el filme expone descarnadamente y con crudeza las facetas del poder, la ambición desmedida, el arribismo y la codicia, hasta llegar a la más sanguinaria y despiadada tiranía. Con personajes que convierten la historia en un filme tan despojado como poderoso en el que el lenguaje vuelve a ocupar el primer plano de la historia.
Cuando la batalla se haya ganado y perdido…
Joel Coen al versionar Macbeth, la tantas veces versionada tragedia clásica isabelina, toma varias decisiones. Una de ellas, no alterar ni un ápice el texto original, excepto por algunos cortes o la adaptación de un par de parlamentos en diálogos. Sin embargo, el hueso de la obra se mantiene intacto. A su vez, elije despojar al drama de toda la iconografía en torno a las representaciones y versiones anteriores de la obra, exceptuando las de Welles y Kurosawa, con las que parece dialogar en ciertos momentos.
El corte, en todos los sentidos, parece ser la operación sobre la que se sustenta la obra. Deja de lado la puesta en escena recargada con la carnicería y la sangre corriendo a raudales, que sólo contribuían al impacto más que a la reflexión, como ocurre con la versión de Polanski, que con visiones terroríficas distraen del verdadero núcleo de la obra: los efectos del poder tiránico, la ambición desmedida y la superstición, que llevan directo al crimen y a la corrupción política que derivan en el caos y la destrucción.
Coen decide darle a la tragedia un formato de thriller político con una estética expresionista de cine noir. Y estas elecciones estéticas no resultan de ningún modo azarosas ya que repercuten dentro del filme en un plano político e ideológico. Nos está indicando que en vez de mostrar y demorarse en la visión de los horribles crímenes cometidos a sangre fría, prefiere concentrarse en la asepsia y en la precisión del cálculo que convierte a los poderosos, en este caso Macbeth y sus sicarios, en agentes desalmados, ejecutores de una fría y efectiva máquina de matar con sus engranajes bien aceitados para sacar del medio los obstáculos, en este caso, los rivales, los oponentes, los enemigos “imaginarios”.
Si ha sido una elección estética rodar el filme en blanco y negro, siendo Macbeth la más sangrienta de todas las tragedias shakesperianas, relegando a un segundo plano el motivo fundamental de esta tragedia, la sangre, se debe a que ha sacrificado este motivo para concentrarse en el otro motivo fundamental sobre el que está construida la obra, el “duro” metal en todas sus formas, el instrumento, el brazo ejecutor, en algún caso Macbeth, y en otros, sus sicarios, harán resplandecer el brillo de las armas con las que se irá abriendo paso y conseguirá mantenerse en el poder de manera obstinada, empuñando y obligando a empuñar a sus súbditos, dagas y sables y todo aquello que pueda blandirse en el aire y enterrarse en la carne.
Fair is foul and foul is fair
Un páramo gris. Una mancha negra que se va abriendo sobre el fondo claro del páramo, una de las tres brujas que con sus presagios “enigmáticos” y mal interpretados por Macbeth, pondrá en funcionamiento la maquinaria de muerte que no se detendrá y que llevará indefectiblemente a la tragedia final; activando la ambición de Macbeth que desembocará en destrucción y muerte. Son las hermanas del destino, the weird sisters, weird, en inglés antiguo significaba destino, y no como en el inglés actual, raro o extraño, las que profetizan, ante Macbeth y Banquo, que Macbeth será Rey cuando la batalla se haya ganado y perdido, cuando lo justo sea lo injusto y lo injusto, justo.
En algunos textos, fair figura como lo bueno o lo hermoso en vez de lo justo, ya que el término fair posee esas dos acepciones. Sin embargo, el término justo tiene una connotación más acertada en el relato.
Desde la cosmovisión isabelina, el sistema jerárquico se presenta en Dios-Rey-Padre. El cielo, Dios, representa la parte superior de esta cadena, le sigue el hombre que es el eslabón más próximo. El Rey es el representante de Dios en la tierra; si se mata al Rey, como Macbeth mata a Duncan que gobierna Escocia, se rompe el orden cósmico y la cadena existencial deviene caos. Se pierde de vista el Cielo, el sol, la luz, y todo el universo deviene oscuridad, tiniebla, noche eterna, “en la que no brilla ninguna estrella”, según las palabras de Banquo. A propósito del horrible crimen cometido por Macbeth a instancias de Lady Macbeth, Macduff dirá: “El espíritu de destrucción ha consumado aquí su obra maestra. El más sacrílego asesino ha destrozado el templo del Señor y arrebatado la vida que lo animaba”.
A partir del crimen cometido todo quedará trastocado, se perderá claridad y visión por el humo y el vapor que comenzarán a espesar la atmósfera y que no dejarán ver con nitidez. Dentro del castillo, se disloca la percepción de los espacios desde los planos cenitales, los picados y contrapicados desde y hacia las empinadas escaleras. Fuera del castillo la atmósfera del filme se irá enrareciendo tanto como los aires, antes puros, cuando Duncan era Rey. La tierra se cubrirá por una espesa niebla que enturbiará tanto el paisaje físico como el mental que ya casi no dejará ver más que lo que permitan hacerlo las tinieblas.
El castillo
Las líneas arquitectónicas del castillo en donde moran Macbeth y Lady Macbeth, recuerdan a las cárceles de Piranesi, y a la vez configuran la interioridad, los vericuetos mentales de los dos personajes que desandarán pasillos interminables, monologando, hablando consigo mismos, bajando y subiendo por empinadas escaleras que no los llevarán a ninguna parte, porque el ascenso por ellas solo representan el arribismo sin sentido en pos de obtener el título de Rey y todo lo que ello conlleva, pero no para beneficio del pueblo sino en beneficio propio.
Los pasillos interminables remedan ese tránsito atormentado de culpa y remordimiento por el que el nuevo Rey tirano Macbeth, y su consorte, Lady Macbeth, perderán la cordura y hasta el sueño, es decir, el rumbo de sus vidas; o la galería de techos altísimos en la que en medio de un banquete, Macbeth alucinará con el espectro del que fuera su fiel compañero Banquo, que él mismo mandara a asesinar para evitar que se cumpla parte de la profecía: el acceso de los descendientes de Banquo al trono.
Macbeth irá enloqueciendo paso a paso acosado por el cargo de conciencia y la paranoia que le han deparado sus crímenes cometidos por un exceso de ambición de poder, es decir, haber codiciado el poder por el poder mismo. Al igual que Lady Macbeth, que invoca a los espíritus, que le quiten el sexo, para que su feminidad no le impida mostrarse cruel o despiadada. El tirano sanguinario Macbeth finalmente llegará a comprender que el camino de la violencia no tiene retorno y que lo que está hecho ya no puede deshacerse.
Las escaleras, como símbolo de la ambición de poder y del arribismo social, marcarán el ascenso al poder de Macbeth, en la primera parte de la obra, y el descenso, es decir, su abrupta caída, en la segunda. Macbeth descenderá por ellas como muestra de su declinación y descenso a los infiernos; por su parte, Lady Macbeth, encontrará presumiblemente la muerte arrojándose por ellas. Recordemos, que a poco de encontrar su final, Macbeth bajará uno a uno los escalones repitiendo tres veces la frase ”el mañana”, cuando ya sabe que ha perdido toda posibilidad de futuro, y que esta referencia al mañana justamente funciona a la perfección como ironía dramática.
Otro de los bellos motivos del filme, es la hoja seca que cae del árbol. La hoja seca siempre ha sido utilizada como símbolo de la época otoñal, y lo que ello implica en la vida de los hombres. El crepúsculo, la última etapa del héroe, su impostergable final. En algún momento, las hojas caerán sobre Macbeth, como una bandada de pájaros, como una lluvia, preanunciando su deterioro mental y muerte. Macbeth, dirá, “ya he vivido bastante, el curso de mi vida declina hacia el otoño: la hoja amarillenta.”
La vida es un cuento contado por un idiota…
Macbeth, al igual que todo héroe trágico, comete un error de juicio, en primer lugar, dejarse llevar por la engañosa profecía de las brujas, y luego de cometer este error fatal, persistirá en el error, traicionando a su Rey, cuando lo asesina mientras duerme, cuando manda a matar a Banquo o cuando ordena a sicarios la muerte de la mujer y del hijo de Macduff, sin saber que Macduff, contra lo que las brujas predijeron, no tuvo un nacimiento natural sino que fue arrancado del útero de su madre, ya que nació por cesárea. Macbeth lo ignora, y se recuesta en el cómodo saber de lo que las brujas le predijeron, que ningún hombre nacido de mujer podrá dañar a Macbeth.
Al haber violado todas las normas, Macbeth ha pisoteado lo más sagrado, la vida, ha roto la cadena existencial que mantenía en equilibrio el orden cósmico. Macbeth lo ha destruido todo. Y sólo por eso su final será una manera de recomponer el orden cósmico que había sido alterado.
Macbeth, al igual que muchos hombres de poder, tanto reyes como políticos, no son más que “un pobre actor que en su hora/se pavonea y angustia en escena/y después nadie lo escucha más”… O como lo habría de describir Víctor Hugo. “Macbeth es el hambre y qué hambre. El hambre del monstruo siempre posible en los seres humanos. Algunas almas tienen dientes. Cuídense de no estimular el hambre en ellas…”
Por Gabriela Mársico
@GabrielaMarsico