Crítica: Con el viento (2018), de Meritxell Colell

Con el viento (España / Argentina / Francia – 2018)

Dirección y Guion: Meritxell Colell / Producción: Carles Brugueras / Fotografía: Julián Elizalde, Aurélien Py / Montaje: Ana Pfaff / Intérpretes: Mónica García, Concha Canal, Ana Fernández, Elena Martín / Duración: 108 minutos.

Con el viento plasma un complejo vínculo familiar a través de lo sensorial, no tanto desde lo que narra, sino desde lo que hace sentir. Como va construyendo el clima mediante las miradas, los silencios y las formas. El manejo del peso de la reciente muerte de un padre del cual no se habla, y mucho menos se llora, por lo menos hasta la mitad de la película. Nos sumergimos en todo lo que trae consigo la muerte de un familiar, los encuentros y desencuentros, la nostalgia, los rencores, lo que queda por hacer.

También queda expuesta la distancia con la que se tratan madre e hija, una tensión que siempre parece estar a punto de quebrarse; una conexión rota por el tiempo, pero con un amor intacto. Con las miradas y los silencios prologados, dicen mucho más que a través de cualquier diálogo que pudiera darse.

Por ejemplo, con la danza la protagonista logra expresar, de alguna manera, lo que le sucede. Mónica es reservada y desordenada, esto se transmite mediante los movimientos de la cámara en mano, junto con los encuadres que incomodan al espectador, aunque se condicen con la vida y personalidad de la protagonista.

El tono de la película varía  mayormente entre colores fríos, con escasos tonos cálidos. El clima acompaña narrativamente hablando; el frío tiene un significado tanto desde el ambiente, el lugar, como desde el guion. Siempre hay un énfasis sobre el frío que se siente dentro y fuera de la casa.

El ritmo es muy lento, y la administración laxa de la información a lo largo de la película, la hace, de a ratos, poco llevadera. La ausencia del sonido es un recurso que se utiliza para momentos introspectivos de la protagonista; no sólo el silencio del diálogo, sino también la ausencia de sonido ambiente. El juego de luces y sombras también acompaña ese pasado, presente y futuro del mundo de Mónica.

El trabajo de fotografía en la captura de paisajes y el transcurso del tiempo mostrado a través del montaje, hacen de Con el viento una película visualmente placentera. Es un relato sumamente sensorial, algo difícil de lograr.

Por María Victoria Espasandín

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