Baronesa (Brasil – 2017)
FID Marseille: Premio Renaud Victor, Premio Marseille Espérance, Premio del público
Mostra Tiradentes: Trofeo Helena Ignez, Premio de la crítica
FIC Valdivia: Pudú de oro a la Mejor Película
MDQFest 32: Competencia latinoamericana
Dirección y Guion: Juliana Antunes / Producción: Juliana Antunes, Marcella Jacques, Laura Godoy / Fotografía: Fernanda de Sena / Edición: Affonso Uchoa, Rita M. Pestana / Intervienen: Andreia Pereira de Sousa, Leid Ferreira, Felipe Rangel / Duración: 70 minutos.
Hace tiempo que el género documental se convirtió en un territorio de exploración, de observación y de visibilidad hacia los olvidados. Hace tiempo, también, que esa especie de imperativo ético de representación debe lidiar con la tentación que conduce al miserabilismo televisivo o al afán esteticista por sobre la honesta mirada hacia un mundo al cual se le da la espalda (en la realidad o en el cine mismo, cuando las películas deambulan solo por los festivales).
Baronesa es el nombre de un barrio en la periferia de Minas Gerais y la cámara de Antunes sigue principalmente a Andreia, la joven protagonista, y a su amiga Leidiane, una madre con sus hijos jugando alrededor. El tiempo parece suspendido y en todo caso el presente es una instancia que parece congelada por el transcurrir monótono de la rutina, esa red que envuelve y martiriza a quienes viven en el lugar, sometidos a una pobreza retratada con respeto y dignidad desde una posición enunciativa que no pretende acaparar la atención sino consagrarse a filmar los cuerpos y la manera en que se integran al espacio que circundan. Lejos de regodearse en golpes bajos gratuitos, la directora opta por decisiones más inteligentes. Una de ellas es trabajar la violencia fuera de campo. Si bien ciertos diálogos y acciones evidencian signos de deterioro social, afectivo y humano, la peor violencia es la indiferencia del poder político y económico hacia sectores carenciados que deben trasladarse permanentemente debido a la represión y a la muerte, moneda corriente en las favelas. Ese peligro monstruoso aquí no se grita pero se siente en las miradas. Como contrapartida, como forma de resistencia popular, están las otras imágenes, las que trazan un espíritu de solidaridad y de momentánea felicidad: los personajes se bañan en un estanque como si fuera un jacuzzi, corren alegremente entre perros por las golpeadas calles y cantan sus protestas.
Tanto Baronesa como otros documentales por el estilo, asumen un compromiso y un excesivo cuidado. Pese a sus intentos por no ofender al objeto de representación, caen, muchas veces, en procedimientos de ficcionalización que ponen en tensión la naturaleza misma del género. Sin embargo, es clara la voluntad por apartarse de cierta tendencia del cine latinoamericano en el campo de la ficción industrial más tendiente al estereotipo o a la estampa for export. En este sentido, podríamos jugar (como lo hace Godard en una maravillosa escena de Nuestra música, con el conflicto israelí/palestino) al plano/contraplano con dos fotogramas: uno de Baronesa y otro de Ciudad de Dios, el aclamado filme de Meirelles. Y entonces veríamos las dos caras de la verdad sobre un mismo espacio: mientras los cuerpos en uno sufren el olvido y están sumidos en la inmovilidad al que los expulsa el sistema, los otros juegan a ser gángsters para divertir a los espectadores. Unos se convierten en materia de documental; los otros, de ficción. A una película la ven solo algunos; a la otra, todos.
Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant