Crítica: Abril en Nueva York (2012), de Martín Piroyansky

Abril en Nueva York (Argentina – 2012)

Dirección y guión: Martín Piroyansky / Elenco: Abril Sosa, Carla Quevedo, Matt Burns / Fotografía: Pix Talarico / Duración: 77 minutos.

Si Abril en Nueva York hubiera sido dirigida por un joven director indie estadounidense en lugar de tratarse del debut del joven actor argentino Martín Piroyansky, casi no notaríamos diferencias en las miradas. ¿Es esto una marca de cosmopolitismo o de universalización de las miradas de un grupo etario? ¿Es tal vez que el modo en que cierta joven burguesía urbana construye su discurso tiene muchos puntos en común, más allá de encontrarse al sur o al norte del río Bravo?

En lo personal diría que suena más a desorientación estética y falta de trabajo en el guión de la película.

La historia que cuenta Piroyansky –que es autor también del guión- es la de la crisis de una pareja joven de argentinos que viven en Nueva York. Pablo es un ¿músico? que no logra ajustar su comportamiento a la satisfacción mínima de las necesidades económicas y Valeria una aspirante a actriz que trabaja de camarera. La compleja situación económica, y la desigual forma de enfrentarla, hace detonar la relación, que culmina en separación casi inevitable y por momentos, melodramática.

De todos modos Abril en Nueva York es una comedia romántica. Como si cualquier cosa que siguiera un par de estereotipos, tuviera un par de frases ocurrentes, actores “frescos” es sus modos de interpretar y una cámara desprolija mereciera tal calificativo. Porque como muchas malas comedias románticas, la película de Piroyanski está construida con caprichos narrativos instalados para sostener la articulación de la historia. De este modo pierde toda verosimilitud, por lo tanto cualquier situación es posible. Esto permite, obviamente, la horrenda resolución de último minuto.

En este ejercicio irreflexivo del uso de la comedia ligera, el realizador pierde de vista la manipulación y el abuso psíquico que media la relación entre Pablo y Valeria, reduciendo esta violencia implícita y soterrada, este espacio de dolor y silencio a menos que una anécdota, banalizando todas las situaciones. A favor de un recurso icónico pero no estético que es el que domina la puesta en escena, Piroyanski hace una película absolutamente superficial.

Por Daniel Cholakian
redaccion@cineramaplus.com.ar

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