TV: Crítica de «Orphan Black»

Orphan Black (Canadá – 2013 / 2017)

Creadores: John Fawcett, Graeme Manson, Alex Levine / Producción: Claire Welland, Tatiana Maslany / Intérpretes: Tatiana Maslany, Dylan Bruce, Jordan Gavaris, Maria Doyle Kennedy, Skyler Wexler, Ari Millen, Evelyne Brochu, Inga Cadranel / Compañía productora: Temple Street Productions / Episodios: 40 (Entre 2013 y 2016) / Cadenas originales: Space (Canadá) & BBC America (EEUU) / Distribución en Latinoamérica: Netflix y A&E.

ORPHAN BLACK: LA EVOLUCIÓN VIGILADA

La ciencia ficción es, paradójicamente, el genero que con mayor frecuencia hace referencia a la realidad a partir de la ucronía (¿Qué hubiera pasado si…?) y la distopía (pesadilla de la utopía) como sus principales herramientas. Pocos géneros, además, evidencian con tanta claridad en qué época se producen pues nada es tan histórico como la tecnología.

Orphan Black es una serie de clones, podría decirse apresuradamente. Pero, en realidad, es una serie sobre el control y el disciplinamiento. Michel Foucault en la década del ’70 demostró de qué manera el Estado imponía la disciplina a través de sus instituciones, especialmente las carcelarias y las mentales. Lo novedoso de su razonamiento fue entender como desde la edad clásica hay todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco del poder. A su vez, descubrió que esa sociedad que era principalmente punitiva dio paso a una sociedad vigilada, monitoreada.

La vigilancia se vuelve orgánica, modifica y actúa a través de los cuerpos. No es casualidad que uno de los grupos en pugna, los Neolucionistas, modifiquen su cuerpo pero no para rejuvenecerlo, al estilo de las cirugías estéticas, sino para crear su propia evolución, personal y única.

Orphan Black comienza como una intriga policial, deviene en un thriller de conspiración para terminar en una épica de ciencia ficción. En el camino, la historia va volviéndose cada vez más compleja y, con ello, pierde fuerza dramática pues a partir de la temporada 3, principalmente, la cantidad de nuevos grupos, personajes y conspiraciones enmaraña la trama hasta el punto en que perdemos el hilo de las intrigas. Si bien en la cuarta temporada se retoman muchos elementos de la primera, deja una sensación de producto acabado. Con tantas vueltas de tuerca, la esencia de la serie se pierde en la conspiración infinita.

De todas formas, la extrema complejidad de alianzas y traiciones crea una parábola más cercana a nuestra percepción del poder: algo lejano, inalcanzable e inentendible. Pero en esta ficción, la conspiración es más palpable, visible e identificable.

La multiplicidad de personajes brillantemente interpretados por Tatiana Maslany permite dividir muy claramente los roles que desempeña cada clon no sólo en la trama sino en la ficción como producto narrativo. Al comienzo esa comunión será perfecta, pero con el correr de las temporadas cada historia (con su protagonista) irá desprendiéndose tomando vuelo propio pero haciendo perder fuerza al conjunto. Lo mismo ocurre con los personajes secundarios, Felix y Mr. S. La potencia de estos personajes impulsaban a las hermanas clones como parteners, pero cuando fueron tomando vuelo propio dejaron de cumplir su rol, en detrimento del drama.

Contra ellas varios grupos de poder se disputan el mando del mundo, de su forma y su futuro. En Orphan Black la conspiración no es algo lejano, no es un asesino silencioso sino un Leviatán descontrolado, sin dueño, que opera sobre los cuerpos imponiendo el último control, no el de la libertad, no el de la vida y la muerte, sino el de la evolución misma de la raza humana.

Por Martín Miguel Pereira
redaccion@cineramaplus.com.ar

 

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