Crítica: Los visionadores (2021), de Néstor Frenkel – 22 BAFICI

Los visionadores (Argentina – 2021)
22 BAFICI: Competencia argentina

Dirección y edición: Néstor Frenkel / Guion: Néstor Frenkel, Sofía Mora / Fotografía: Diego Poleri / Música original: Gonzalo Córdoba / Sonido: Fernando Vega / Intérpretes: Damián Dreizik, Federico Rotstein, Santiago Calori, Javier Ntaca / Duración: 51 minutos.

Los visionadores es sin duda un viaje magistral hacia las entrañas del cine argentino desde el universo alucinado del VHS. Un viaje creado como un genial collage que se impone como un rescate de nuestra cultura en su lado B más bizarro y hasta posiblemente desconocido para muchos. El juego infinito es el de ir rebobinando hacia aquellas décadas de cintas analógicas, pixeles, colores estallados y sobreactuaciones inolvidables. Frenkel nos sumerge en un homenaje loco y desfachatado donde rescata una de las adicciones más poderosas de la historia y de la vida, la adicción al cine, en todas sus formas posibles y con una identidad indudable, argentina, policial y videasta hasta los huesos.

Los que nos criamos, estudiamos, crecimos y vivimos los 80 y 90 con muchas de las figuras que circulan en este found footage para empacharse de cine -Gerardo Romano, Hector Bidonde, Gabriel Miglioranza, Mario Pasik y el inigualable Rodolfo Ranni- sabemos lo que representa en nuestra historia el VHS y su cultura adictiva que nos abría las puertas a todos los recovecos del cine posibles desde Bergman hasta Silvia Peyrou en tanga con un arma de juguete disparando a la nada. Así vivíamos una vida paralela hecha para el video y destinada a un público que gozaba sus experiencias extasiantes en un comedor a oscuras con una cassetera VHS que hacia ruido al darle PLAY.

Estas líneas son solo un esbozo menor y reducido del recorrido que Los visionadores hace sobre el cine nacional desde los años 30 hasta finales de los 90, tocando hilos temáticos paradigmáticos de ese mundo paralelo y en casete: la droga, la droga y la droga, el sexo, la violencia, la muerte y por supuesto los gritos aquí y allá , las puteadas, las frases que se escuchan repetidas de filme en filme, los guiones sobre escritos, los colores saturados a morir y el sonido magnético-duro de la cinta reproductora.

La idea disparadora de este documental de archivo, casi todo el filme se sostiene con ese cuerpo narrativo, es el de dos amigos -los estupendos Federico Rotstein y Santiago Calori ni más ni menos – que en aquellas eras del Blockbuster descubren por error accidental que en la caja bendita de plástico del video no esta el filme entretenido y obvio del cine yanqui que suponían, sino una película argentina desconocida, un viaje bizarro a un mundo nuevo que ya es solo un camino de ida, pues ahora no podrán parar de visionar esas rara avis del cine en vhs – literalmente, hasta morir.

Pero la muerte no es cenit de este relato genial. Sino que algo más imposible será la solución para un juego sin resolución lineal, nuestros visionadores deberán llegar hasta la Rannix, la matrix dominada por el gran Rodolfo Ranni y resolver desde el interior de ese mundo imaginario una batalla infinita.

Es inevitable destacar el trabajo elaboradísimo de guion pensado y plasmado por el dueto Sofia Mora -siempre impecable en cada uno de sus trabajos- junto a Néstor Frenkel que en el montaje y la realización integral termina de armar con una finesa filosa ese rompecabezas hecho de puro acopio de material, conjugado con una precisa estructura narrativa del montaje corte a corte. Donde el humor irónico, el juego de planos, el rescate cinéfilo y el placer de ser el mismo otro visionador hacen de este relato, un lujo inteligente. Un filme que cuando termina se desea una sola cosa: que vuelva a empezar.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria

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