Critica: Los conductos (2020), de Camilo Restrepo

Los conductos (Colombia / Brasil / Francia – 2020)
35 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: Competencia Latinoamericana
Estreno en la plataforma MUBI

Dirección, Guion, Montaje: Camilo Restrepo / Producción: Helene Olive, Martin Bertier, Felipe Guerrero / Fotografía: Guillaume Mazlom / Sonido: Josefina Rodríguez / Música Original: Arthur B. Gillette / Interpretes: Luis Felipe Lozano, Fernando Úsuga Higuíta, Camilo Restrepo / Duración: 70 minutos.

Un asesinato, el robo de una moto y un primer conducto: del orificio de la bala en el cuerpo de un hombre pasamos al agujero de un tanque de nafta. Son signos de violencia. Hay un imaginario recreado en la película que incorpora lo que comúnmente se sabe sobre los países latinoamericanos, sin embargo, una vez más, Camilo Restrepo se ocupa más de las formas que del contenido, sobre todo, eludiendo la contaminación mediática al respecto.

La composición de la imagen, con texturas diversas, es una de las notas distintivas para narrar una historia fragmentariamente, la de Pinky, personaje con una vida que va desde hacer malabares en los semáforos hasta huir de una secta religiosa. Lejos de la linealidad, el relato se arma a partir de retazos que incluyen intervenciones en off, subtramas y toda una serie de recursos que desplazan los mecanismos convencionales de la biografía, comenzando por la ruptura temporal.

Por momentos, da la sensación de tratarse de una película expresionista en colores, en otras ocasiones un documental sobre la ciudad y con frecuencia, una larga secuencia surrealista/musical. En esta mixtura genérica, acaso el mayor inconveniente surja de la sensación de que el recurso esté por encima del personaje o de lo que se cuenta. Incluso, que cierta postura hierática, desangelada, le quite vida e intensidad a situaciones que lo ameritan. Es cierto que la labor de Restrepo se funda en la recontextualización de hechos, cualquiera sea su naturaleza, y que su campo principal es el de la experimentación sonora y visual, pero queda un dejo de arbitrariedad en el empleo del tiempo para sostener un ejercicio estético antes que una película orgánica.

Lo anterior permite hablar de momentos. En algunos de ellos habita una fuerza que los transforma en segmentos autónomos, tal como la narración de los payasos Tuerquita, Bebé y Pernito mientras un auto circula por un túnel. La audacia lírica de Restrepo se hace sentir en los materiales que elige, en las posibilidades expresivas que le permiten el rodaje en 16 mm y el formato 4:3, sin embargo, la recurrencia a los símbolos, las elusiones para abordar cuestiones pesadas de la realidad colombiana, están más cercanas a la pose que al riesgo y son evidencias, sospecho, de sustituir una postura ideológica más clara por concesiones complacientes a un circuito festivalero de corte europeo. Es solo una hipótesis, ninguna conclusión definitiva.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

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