Crítica: Lavaperros (2020), de Carlos Moreno – Festival de Lima

Lavaperros (Colombia / Argentina – 2020)
Festival de Cine de Lima: Competencia Ficción
La película está disponible en alquiler en la plataforma Cine.AR

Dirección: Carlos Moreno / Guion: Pilar Quintana, Antonio García / Producción: Diego f. Ramírez, Carlos Moreno, Ignacio Rey, Rocío Gort / Fotografía: Juan Carlos Gil / Montaje: Andrés Porras / Intérpretes: Christian Tappan, Anderson Ballesteros, Jhon Alex Toro, Ulises González / Duración: 107 minutos.

Alguna vez escuché decir que todos aquellos que quisieron imitar a Borges se encontraron en la frustración del ridículo. Me pasa con algunas bandas musicales que hacen covers, pero se meten con tipos imposibles. Por ejemplo, intentar emular la voz de Mick Jagger, buscar el sonido compacto de AC/DC. A veces, esas imposibilidades son la principal evidencia: lo que parece simple es complejo. Mientras veía Lavaperros de Carlos Moreno, pensaba, “Tarantino hay uno solo”.

La desmesura y la artificialidad se anuncian en una secuencia de créditos iniciales atravesada por la estética del cómic, como si se estableciera el terreno de la hipérbole caricaturesca de una realidad, la de los narcos, que se aborda desde un lugar diferente a lo que se acostumbra a ver en gran parte del cine colombiano. Este joven realizador caleño apuesta por una galería de personajes patéticos más cerca de un ejercicio paródico que de las acostumbradas aristas de un realismo crudo y comprometido emocionalmente. Y en esta propuesta más bien lúdica y exacerbada, narra básicamente la caída de un Baby Cartel, don Oscar, cuyos problemas van en aumento cuando deja de pagar al líder de otra banda. Ese tópico recurrente del cine negro que consiste en el ascenso y el descenso estrepitosos se sostiene aquí con una voluntad desbordante que pone el artificio por sobre cualquier otra decisión artística. Las lealtades y las traiciones recorren la estructura coral de la película sin pudor alguno, en un presente de capos residuales, donde abundan los toques de comedia negra.

Las elecciones anteriores asumen sus riesgos, y también permiten ver sus puntos débiles. Si el humor parece ser el contrapeso de una violencia social enquistada, en varios pasajes la necesidad de imitar incurre en un gesto cool importado que le debe más a la televisión que al cine, o a la angustia de la influencia mal disimulada. De modo tal que el padecimiento de los personajes y sus imposibilidades, producto del extravío dentro de la estructura mafiosa que ya no los alberga, está contada con un tono festivo que bordea el ridículo. Así, Oscar, que sufre de infertilidad, el guardaespaldas enamorado, la mujer que se enfrenta al dilema de abortar, otro empleado que no soporta más abusos, el tonto que descubre que su lealtad ha sido inútil, la prostituta entrada en años que no consigue clientes y el jardinero que ve la oportunidad de hacerse rico. Y lejos que el carácter paródico fluya, hay una especie de autoconciencia que entorpece el desarrollo.

Más deudora de las series que suelen verse en plataformas, hay momentos intensos y bien logrados aunque el resultado se resiente infantilmente.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

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