Crítica: Las mil y una (2020), de Clarisa Navas – MDPFF35

Las mil y una (Argentina / Alemania – 2020)
Festival de Cine de Lima: Competencia Ficción
35 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: Competencia Internacional
Ahora también disponible en Netflix

Dirección y Guion: Clarisa Navas / Producción: Diego Dubcovsky, Lucia Chavarri / Fotografía: Armin Marchesini Weihmuller / Montaje: Florencia Gomez Garcia / Música: Claudio Juarez, Desdel Barro / Sonido: Mercedes Gaviria Jaramillo / Diseño de producción: Lucas Koziarski / Duración: 120 minutos.

¿Cómo pensar la sexualidad y el deseo en un complejo habitacional en un barrio popular de Corrientes? Afortunadamente hay una directora con un poder de observación que intenta responder a ello y escapa a los formulismos de las típicas historias de amor adolescente o angustias urbanas. Las mil y una (tal el nombre de los Monoblocks) es un espacio laberíntico por el que transitan jóvenes por sus pasillos, por sus recovecos. Entre ellos Iris, una chica amante del básquet, que vive con sus dos hermanos y su madre. Hay un padre, pero solo se escucha. No se lo ve. El interior de la casa bien podría ser extraído de algún texto de Manuel Puig. Los tres hermanos son unidos, se protegen frecuentemente en abrazos de contención, una barrera que arman para cuidarse y para compartir sus aventuras y sus búsquedas sexuales. Alejandro y Darío, de personalidades diferentes, transitan sus experiencias homoeróticas en el barrio. Iris está en eso, en la etapa de descubrirlas, sobre todo cuando aparece Renata, una chica que se mueve como pez en el agua y con la que iniciará un vínculo.

Casi con un registro netamente documental y con varios planos secuencia, Navas da forma a una estructura coral donde lo importante no es un conflicto central sino las historias que atraviesan a los personajes, los rituales, los encuentros y el sabor del sexo clandestino que, cuando no es festivo, se ve envuelto en la violencia inevitable (ya sea por parte de la policía como de los vecinos). La cámara sigue a Iris y Renata en sus caminatas, escucha sus conversaciones y se detiene fundamentalmente en los gestos. Hay que decir que la actuación de Sofía Cabrera (jugadora en la vida real) es extraordinaria, un verdadero hallazgo. La manera en que sus manos hablan, la forma en que su rostro dice, le otorga a cada intervención un rasgo diferencial, una fotogenia absoluta.

Y en esa captación de un ámbito desde el mismo riñón, la mirada se nota involucrada y lejos de observar con la curiosidad de quienes no parecen entender qué significa vivir en esos espacios. Al mismo tiempo, cada segmento del todo cobra autonomía. Allí están los bailes de Darío, las intervenciones de la madre, los encuentros entre amigas travestis, los cuadernos de Rodrigo, las fiestas sexuales en medio de la noche (sea en la Traumática o en los rincones cuyo telón de fondo es una pared que reza “Jesús te salva”) o el modo en que Iris y Renata se (re)encuentran en un colectivo y que fluye como si de una canción se tratara. Iris “el ángel del barrio” y Renata “la chica de la que todos dicen tiene HIV” serán el pilar en este mundo de vuelos nocturnos, de tensiones sexuales, pero también sociales, donde se juega al básquet en una canchita al mismo tiempo que se escuchan tiros por ahí. Lejos de mostrar esto con el tremendismo televisivo, Navas se concentra en las chicas, en cómo Iris encuentra en Renata un misterio y una especie de Virgilio para que la guíe por el Infierno y el Purgatorio. El Paraíso no se encuentra en los Monoblocks. Y también en cómo Renata busca ese rincón para tener sexo con Iris.

Mientras esto sucede, la calle alberga ruidos, colores, la inquietud de la noche, la incertidumbre de las miradas y la desprotección. Frente a ello la mejor alternativa para una cineasta comprometida es ofrecer refugio con imágenes justas y necesarias para abrir nuevas puertas en la representación de la pobreza y de la sexualidad.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

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1 COMENTARIO

  1. Panorama de cine de autor nacional me hace acordar a un capítulo de Cien Años de Soledad. En la inolvidable novela de
    García Márquez se describen los esfuerzos de una pequeña comunidad que pierde la memoria . Viven realizando pequeños rituales , dejando anotaciones buscando retener algo en esos registros de papel pegados en sus paredes.
    Me pregunto si algo similar les pasa a nuevas/os cineastas porque es poco creíble que ignoren lo más elemental de un guión de cine , Si se saltaron esa materia en caso de que hayan estudiado algo. No conflicto , no voluntad ni obsesión , No narración hacia un punto luminoso en el horizonte llamado sugestivamente clímax . Cero en aplicación de los elementos básicos de un carácter en personajes. Delinear alguna intriga ?? Tampoco , olvídense !!.
    Más serio eran los productores del pasado quienes fundaron un cine que recorría América Latina ,quienes se valían de sus rudimentos sin academia , pero sabiendo que se debe contar con personajes , sus emociones , sus luchas y sus valores .
    Nada pero nada de eso encontrará en ésta ……¿ Filmación ? , Lo más dramático es que proliferan como cucarachas éstos productos de no cine . Si es fácil de garrapatear guiones así , en caso de hayan utilizado alguno.
    Creí que solo algunas películas tendrían esa malformación . Pero da pavor que siguen proliferando desde hace unos dieciocho años a ésta parte Eso sí , con la complacencia de la crítica especializada que parecen encontrar en los engendros «obras plenas de originalidad . Al mismo tiempo que son implacable con realizadores de películas de género , esos esforzados y verdaderos artistas que buscan narrar historias en cine y no esbozos ni momentos anodinos –
    El verdadero cineasta estará en busca de originalidad por medios de narraciones de cierta riqueza icónica . No relatos de los cultores del pretencioso «cine de autor «. Que son híbridos y parecen herederos del culebrón latinoamericano antes que del cine como tal.
    Hubiera preferido algo más de una provincia con una cultura vastísima y profunda .

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