Crítica: La ilusión de estar contigo (2014), de Anne Fontaine

La ilusión de estar contigo / Gemma Bovery (Francia – 2014)

Dirección: Anne Fontaine / Guion: Pascal Bonitzer y Anne Fontaine / Fotografía: Christophe Beaucarne / Edición: Annette Dutertre / Música: Bruno Coulais / Diseño de producción: Arnaud de Moleron / Intérpretes: Fabrice Luchini, Gemma Arterton, Jason Flemyng, Isabelle Candelier, Niels Schneider / Duración: 99 minutos.

REALISMO FICCIONAL

“¿Cómo matar una historia de amor que te hace mal y no es la tuya?”, se pregunta Martín mientras espía, una vez más, a su joven, pecosa y seductora vecina; aquella que con sólo un pequeño gesto consiguió revolucionar sus hormonas, luego de diez años de tranquilidad sexual, como él mismo comenta a los espectadores.

La respuesta se materializa como un desprendimiento del nuevo estado de Martín Joubert, una mezcla de sopor, realidad e imaginación, tras la llegada del matrimonio inglés Bovery a Normandía: a través de una carta de despedida. Pero no se trata de una carta cualquiera, sino de las líneas que en su momento trazó Gustave Flaubert en su célebre Madame Bovary (1857), con la salvedad de que, en lugar de la pluma y el sello de lacre, las palabras son escritas con la despersonalización y anonimato de la computadora como indicadores de actualidad.

Pero también se lo puede pensar como un guiño a la idea del universalismo de la obra ya que la directora Anne Fontaine lo pone en evidencia en la escena donde la cámara va cerrando el plano hasta llegar a un primer plano del rostro de Gemma y se escucha la voz en off excitada de Martín: “Flaubert volvió universal a una mujer que se aburre”.

De cualquier forma, se vuelve clara la obsesión del protagonista, un editor parisino devenido en panadero para mantener el negocio familiar, con la semejanza de los nombres de sus nuevos vecinos con los de la novela: Gemma y Charles Bovery unos; Emma y Charles Bovary, los otros. Se percibe, entonces, un juego entre la obra literaria (reforzado por la aparición del libro como objeto) con la vida cotidiana en dos aspectos: por un lado, en su construcción narrativa basada en el realismo; por otro, en una suerte de ironía poética de la vieja cuestión acerca del arte como representación de lo real, en este caso, la vida en un pueblo en Normandía. Quizás por ello el perro del protagonista se llame Gus, como una forma de aparición del dramaturgo.

A pesar de esto, lo más interesante en La ilusión de estar contigo (Gemma Bovery en su versión original) no tiene tanto que ver con el relato; sino con el trabajo técnico, que habilita mayores niveles descriptivos y narrativos que la historia en sí misma. Por ejemplo, un plano general del palacio de Hervé u otro joven vecino a oscuras, salvo por un cuarto iluminado con velas. Un lento zoom in permite apreciar que la pareja que baila es Gemma con Hervé, como si se tratara de un cuadro. De esta forma el uso de los planos, los movimientos del zoom, el contraste de luces o el encuadre aportan una riqueza visual y narrativa como si se tratara de algunas de las imágenes que crea Martín de la obra célebre francesa.

El voyeurismo del protagonista sumado a su constante posibilidad de replicación entre las mujeres lo tornan en alguien alienado, tanto de su familia como de sí mismo. ¿Cuál es el límite? ¿Lo hay? Se dice que cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. Para Martín, no.

Por Brenda Caletti
@117Brenn

 

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