Crítica: El libro de imagen (2018), de Jean-Luc Godard

El libro de imagen / Le livre d’image (Suiza / Francia – 2018)

Dirección, Guion, Montaje y Narración: Jean-Luc Godard / Producción: Fabrice Aragno, Mitra Farahani / Fotografía: Fabrice Aragno / Diseño de Producción: Jean-Paul Battaggia / Duración: 84 minutos.

Este nuevo trabajo del maestro de la modernidad Jean Luc Godard nos ofrece un ensayo semiótico acerca de la relación entre la palabra y la imagen, creando un libro de visiones dispuestas para resignificar una relación tan compleja y rica como esta, la que atraviesa la historia de nuestra cultura occidental desde aquel 1895 hasta el presente.

Como en una estructura de capítulos por temas, la introducción se abre con una inflexión reflexiva dedicada a “la mano del hombre” y lo que se constituye a partir de ello. Ese símbolo radical de la construcción de todos los sentidos, es visualmente reiterado en la obertura de su ensayo sinfónico que, en forma de libro, pone sobre la mesa el proceder de los hombres y sus violentas maneras entre otros tópicos como el amor y la muerte.

Evocar la historia del cine en imágenes es una herramienta del texto mismo que se reafirma y cuestiona en distintos pasajes de representación que mutan sobre una misma palabra y “la mano” o “el amor” se explayan hasta decir basta. La disrupción, el recorte, la fragmentación y la ruptura son clásicos dispositivos de la narrativa de Godard, la imagen y el sonido se articulan en pedazos para armar una nueva unidad de sentido, y el sentido es la forma de todas las formas.

Si dentro de un libro pusiéramos la realidad … y dentro de la realidad la realidad” propone y aparecen fragmentos de Kiss me deadly (Robert Aldrich, 1955), Saló o los 120 días de Sodoma (Pier Paolo Pasolini), El doctor Mabuse (Fritz Lang, 1922) Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958) y Weekend (1967) del propio Godard entre otras cientos de imágenes más que aparecen en pantalla acompañadas de textos de autores como Rainer Maria Rilke y Fiódor Dostoievski.

Los capítulos son fragmentos de una historia que se revisa una y otra vez, con imágenes cinematográficas de archivos, en un claro ejercicio de la memoria activa. El amor o el desamor, la guerra, España, Arabia, el nazismo, San Petesburgo, Sarajevo, Juana de Arco encarnada por Ingrid Bergman, Rimbaud, Un perro andaluz (Luis Buñuel, 1929), filmes de Kurosawa, instantes del cine de Buster Keaton y el rostro de un joven Truffaut, un lazo sobre el Occidente y sus miradas, esas que conviven en la misma coyuntura. Lo digital interviene evoca lo fílmico y se apropia de sus fragmentos, los interviene, los revisa, los muta y los aggiorna hasta renovar su significado histórico.

Es que el maestro es este hombre con ESA irreverente actitud de los modernos hablando a viva voz. Imágenes opacas, imágenes transparentes, que en este libro son de una opacidad que permite verlas por anverso y reverso en una experiencia estética que llega mucho más lejos de todo abordaje netamente intelectual. Es allí donde son puro goce y lenguaje.

El verdugo es la piedra angular de la sociedad y el inocente debe pagar por el culpable”. La muerte, la violencia, pero jamás la muerte de la imagen sino la violencia de los hombres sobre los hombres.

Este mundo de retazos está hilvanado por distintas voces poéticas, rotas en frases, revisitadas en hilachas de pensamientos que se arman y se desarman jugando con distintas ideas sobre el mundo: el amor, la guerra, la libertad, la salvación, la revolución, la muerte y ante todo el fantasma de la violencia trágica.

Marilyn intervenida por los pájaros de Hitchcock y una pregunta… ¿Qué es la república? Elephant (Gus Van Sant , 2003), La bella y la bestia (Jean Cocteau, 1946), el cine descubre el mundo ¿qué esperar del amor? Tuyo es mi corazón (Alfred Hitchcock, 1946).

Algo “abre el tiempo o la ausencia del tiempo” y pensar en voz en alta se transforma en este manifiesto deconstruido. Los paraísos perdidos terminan salvándose en la tierra de las formas: la armonía, la melodía, el contrapunto, la necesaria organización de la estética que es nuestra única salvación.

Los hombres que sacralizamos los textos, y vivimos en esa “religión del libro”, finalmente nos encontramos con que “El cristianismo es la muerte del lenguaje” y allí reside una tremenda paradoja. Atentados, terrorismo, revolución. La lengua, la lengua nueva, esa que será el lenguaje de la esperanza… y Bertolt Brecht que define la mirada como “Solo el fragmento tiene el rasgo de la autenticidad” .

Pero Godard nos recuerda que más allá de la denuncia debe haber una revolución, esa que solo logrará la relación entre la palabra y la imagen. Aquella donde el libro de las imágenes es una afirmación esencial, esa que afirma sin dudarlo: “esa revolución es necesaria y es posible”.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria

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