45 días en Jarbar (México – 2019)
Forma parte del We Are One: A Global Film Fest
Dirección y Dirección de arte: César Aréchiga / Guion: César Aréchiga, Clementina Mantellini / Producción: César Aréchiga, Mayra Espinosa / Fotografía: Claudia Becerril Bulos / Música original: Willy Zavala / Sonido: Diego Orendain, Pier Martínez / Montaje: Clementina Mantellini / Duración: 78 minutos.
César Aréchiga, artista plástico y audiovisual, dirige este documental en la prisión de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco (mencionada como «Jarbar» por tratarse de una Universidad del crimen). Allí, dentro del presidio, pasará 45 días durante los cuales llevará adelante un taller de pintura en el que los internos tendrán la ocasión de expresarse y de reconocerse a través de sus trabajos artísticos.
LOS OLVIDADOS
Las primeras imágenes nos muestran materias crudas, rudimentarias, líquidas y sólidas, orgánicas e inorgánicas. Como si se tratara de un gran Big Bang a punto de tomar forma y manifestarse.
Se trata de un Taller de papel en el que los internos se encargarán de fabricarlo valiéndose de las materias crudas y rudimentarias que habíamos visto en las primeras imágenes, para retomar una técnica olvidada llevada a cabo por gente olvidada.
Asistiremos al relato que hace cada uno de sus historias de vida, en donde encontraremos algún que otro profesional o estudiante universitario que cayó dentro del sistema carcelario por una situación azarosa o estrictamente accidental. Otros, admitirán con brutal honestidad que incursionaron en el crimen por razones materiales, el dinero, la buena vida, o incluso el atractivo que les presentaba vivir holgadamente y con lujos.
Uno de ellos resume claramente la situación por la que acabó en prisión, “me cansé de servir, y quise que me sirvieran…” nos dice alguien que se había dedicado a la gastronomía. Otro admite que ingresó por primera vez a la cárcel a los trece años, y que ahora con una condena a 25 años, y ya habiendo cumplido 7, saldrá a los 53.
Pero más allá de sus historias de vida lo que resulta absolutamente fascinante es el modo de reaccionar y de manifestarse ante la manipulación de los materiales de trabajo y sus herramientas y la posibilidad de crear y de expresarse artísticamente.
Veremos cómo, siempre bajo la supervisión de César, el maestro, construirán con sus propias manos los bastidores sobre las que pintarán. Utilizarán maderas y las mismas telas que ellos han fabricado con sus manos, casi como si se tratara de la construcción de su propia morada.
Luego, una vez enfrentados a la tela en blanco, con todos los materiales a disposición, baldes de pinturas y pinceles de todo tamaño, comenzarán a bocetar sus trabajos. Uno de ellos admitirá que ha elegido el color blanco porque le trae paz y ese color le remite a la humildad, a la sencillez y a la ternura. Otro expresará que quiere pintar un bosque en cinco dimensiones, y un árbol cuyas ramas salgan de cuadro. Otro admitirá que le gustan los paisajes porque le gustaría viajar. Y que desearía ir a Finlandia porque le gustan el frío, la nieve y los pinos.
César, el maestro del taller, les mostrará y les repartirá imágenes que corresponden a ídolos, dioses antiguos, máscaras y estatuillas de personajes históricos o artísticos. Ellos deberán elegir alguna de las imágenes en las que encuentren algún rasgo o característica con la que se sientan identificados para luego poder plasmar esas imágenes a través de la orfebrería y escultura.
En la escena final la cámara hará un paneo de los retratos realizados por César de todos y cada uno de ellos. En ese retrato no sólo quedarán registrados sus rostros con sus rasgos característicos, sino que cada uno tendrá la oportunidad de verse a sí mismo reflejado y congelado en un momento de su vida. Como uno de ellos dice, para recordar cuando sea viejo cómo me veía antes…
Estatuillas, piezas que reproducen una cara o una mano y hasta piezas de ajedrez. Diferentes figuras serán los objetos artísticos que dejarán como resultado el Taller de plástica. Objetos construidos por ellos mismos serán la prueba más contundente de la afirmación que dejara entrever uno de los internos, destruir es fácil, construir es el problema…
La belleza del documental reside como todo arte en su poder revelador, en mostrarnos aquello que estaba allí, pero que no podíamos ver. Y no me refiero sólo a los trabajos artísticos plasmados en diferentes materiales y formatos, sino en la gran posibilidad de realización y expresión personal de cada uno de ellos y que les fue negada en el pasado.
De alguna manera mágica los materiales rudimentarios y crudos que vimos en las primeras imágenes son el correlato especular de los propios protagonistas como si ellos fueran ese big bang de materiales crudos con el potencial de convertirse en artistas de su propio destino. Como si tuvieran el poder de sacar a la luz todo eso que yacía escondido dentro de ellos mismos, y que ignoraban que tenían.
Jean Genet, en mi opinión uno de los más grandes escritores de todos los tiempos, decía, “no hay para la belleza más origen que la herida, singular, distinta para cada cual, que el hombre guarda en su interior”… Quién mejor que Genet, como alguien que vivió más tiempo en la cárcel que en libertad, y que escribió sus obras maestras dentro de la cárcel, para comprender que la herida es el principio de toda belleza, y por ende, de toda manifestación artística cualquiera sea su forma de expresión.
Por Gabriela Mársico
@GabrielaMarsico