Don Gato y su pandilla

Don Gato y su pandilla (Argentina / México – 2011)

Dirección: Alberto Mar / Guión: Tim McKeon y Kevin Seccia / Dirección de arte: Mario Pons / Música: Leoncio Bon Lar / Duración: 85 minutos

¿Cuánto puede la nostalgia sostener a una película? A juzgar por Don Gato y su pandilla, un minuto. Eso es más o menos lo que pasa entre que el film arranca y el leit motiv musical original (notable) suena, el personaje es presentado, y comienza la película: lo que viene después es una sucesión de chistes malos, situaciones intrascendentes y personajes entre pobres, feos e insoportables. Si bien es evidente que los creadores de este revival de Don Gato y su pandilla, un dibujo de Hanna-Barbera de comienzos de la década de 1960, intentaron que la nostalgia no sea el único valor del film, todo lo que resultaaggionarmiento (una trama principal con contenido “político”, un villano moderno) no alcanza para hacer de este cuento algo interesante: la película no funciona ni para quienes vimos el dibujo ni para los chicos de hoy.

Don Gato y su pandilla fueron apenas una treintena de capítulos en sus orígenes, pero el personaje no pegó demasiado en el público estadounidense y por eso dejó de producirse. Sin embargo, en el público latino (México, Argentina) esta especie de bon vivant de callejón, atorrante y tramposo, pero de buen corazón y notable amigo, se convirtió en un personaje de culto, tal vez por una identificación mayor con el antihéroe, con una idea más romántica y popular. Es por este motivo que Hanna-Barbera cedió los derechos de Don Gato para que una coproducción argentino-mexicana lo trajera al presente, en un filme que intenta aprovecharse también de las mieles del 3D. Sin embargo, y no deja de ser lamentable, la película es realmente muy floja y no se ha sabido darle nueva vida al original, un poco porque el material con el que se cuenta es malo y otro tanto porque hay una relectura que de alguna manera traiciona el espíritu del dibujo sesentista.

Una de las diversiones del original era que el mal estaba representado por la ley, ese policía del oficial Matute. En el film, Matute vuelve a estar enfrentado con Don Gato, pero aparece un personaje superior, Lucas Buenrostro, alguien que desplaza al clásico agente para convertirse en un representante de la política de máxima seguridad y tolerancia cero, corrupto y sumamente villanesco. Buenrostro no es solamente el malo del film, sino que es un personaje insoportable, y no nos vamos a poner a cuestionar la lógica de un dibujo animado, pero su aparición y justificación dentro de la trama da cuenta de cierta pereza en el guión. Y ese es uno de los mayores problemas: en vez de centrarse en la serie de trampas de Don Gato y sus amigos, parece la película del oficial Matute con Don Gato como invitado especial. Buenrostro es un personaje sin humor, heredero de otra estética del dibujo animado (más Cartoon Network noventoso) pero sin la suficiente inteligencia en su construcción como para fusionarse adecuadamente con el trazo más naif e ingenuo de Don Gato y su pandilla: que al fin de cuenta sus trampas y mentiras eran herencia del cine mudo, donde la picardía callejera podía salvar al mundo de los malos que la habitaban e intentaban controlarlo. Esta coproducción de habla hispana incorpora un elemento de la realidad demasiado violenta y carece de sentido del humor como para satirizarlo adecuadamente. Sólo el trabajo con las voces y la banda sonora salvan a este producto de la indiferencia definitiva.

Mex Faliero
redaccion@cineramaplus.com.ar

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