Crítica: Una tumba para tres (2021), de Mariano Cattaneo

Una tumba para tres (Argentina – 2021)
Disponible por tiempo limitado en la plataforma Cine.Ar Play.

Director: Mariano Cattaneo / Guion: Mariano Cattaneo y Nicanor Loreti / Producción: Néstor Sánchez Sotelo / Dirección de Fotografía: Facundo Nuble / Montaje: Matías Lojo / Dirección de Arte: Cecilia Castro / Música Original: Pablo Sala / Intérpretes: Diego Cremonesi, Daniel Pacheco, Demián Salomón, Chucho Fernández, Daniela Pantano, Soledad García, Hernán Márquez, Emiliano Carrazone, Leandro Cóccaro, Pablo Pinto, Evan Leed, Gastón Frías, Sergio Berón, Mónica Villa, Gerardo Romano / Duración: 77 minutos.

CRISIS ALTERNATIVA

La última película de Mariano Cattaneo parece establecerse bajo la premisa de golpe extraordinario –con énfasis en la idea de acontecimientos por fuera de lo común– y cierta decadencia de códigos tanto en el mundo delictivo como en el imaginario popular; una propuesta en permanente búsqueda del borramiento de las fronteras entre la acción y la comedia negra a través del uso de componentes paranormales y del estado de enajenación del protagonista. El planteo comienza casi con timidez en el interior de un auto, mientras un joven enciende un cigarrillo de marihuana durante la espera de su banda en un atraco pero debe apagarlo con urgencia tras la llegada de uno de ellos al grito de “nos vendió”. Pronto, el disparo fuera de cámara y la sangre en la ventanilla dan cuenta del engaño, el primero de una serie que encuentra la máxima expresión en un monólogo forzado acerca del prejuicio social sobre los ladrones de poca monta, en lugar de un repudio inclemente hacia los capos de las organizaciones. En el final, el director ofrece su clímax disruptivo como el gran remate ante semejante panorama.

Una tumba para tres se desarrolla casi por completo en El remanso, estancia en la que los tres hombres deben buscar al traidor y hacerlo pagar. Ante un inesperado cambio de planes, las horas en ese sitio perdido incluyen la aparición del Chubu, un chamán presentado como la única solución de los delincuentes; dos mujeres que reclaman por un remis y terminan formando parte del grupo; el llamado de la dueña de la casa sobresaltada por los movimientos extraños; la adrenalina para evitar una muerte segura; la policía corrupta y el consumo desmedido de Víctor de pastillas para el dolor de cabeza que le generan visiones tridimensionales, percepciones de cuerpos amorfos, ideas extremas y charlas con adornos colgados en la pared. Una mixtura de tonos y mecanismos discursivos llevados tan al límite que atentan contra su propia lógica. Si al principio Juan desconfía de los poderes sobrenaturales de Chubu, con el correr del metraje, es el mismo relato el que se encarga de desacreditarlo y los intentos de redención desde el fuera de campo o lo irracional que se torna evidente –como los gritos y la silla vacía o la incredulidad de la mirada de Víctor – fallan porque el acuerdo ya está quebrado. Aquello insólito como condición de posibilidad del inicio se transforma en hechos forzados y el tono se pierde por completo hasta volverse una parodia.

Este inconveniente se replica en la construcción de los personajes. La constante tensión entre los rasgos individuales y la necesidad de adecuarse al estilo narrativo del filme –por ejemplo, las chicanas entre Manuel y Juan por las característica de la mejor pizza o porque ser vegetariano no se condice con la personalidad de un ladrón– los convierten en caricaturas de sí mismos. ¿Por qué una mujer aceptaría sin dudar la versión de un desconocido sobre su inquilino? ¿Tiene algún sentido oculto que la banda repita continuamente que las chicas son más inteligentes que ellos? ¿Cuál es el rol de ellas? ¿A qué se debe el énfasis del dolor de cabeza agobiante?

De ese modo, la promesa se desvanece en el aire hasta extinguirse como el humo y las invocaciones del chamán. La búsqueda para disipar el pasaje de un género a otro gracias al uso de lo alternativo, lo distorsionado y la crítica estalla en la lluvia de disparos de la estancia que, una vez más, permanece en silencio, oculta e inmutable.

Por Brenda Caletti
@117Brenn

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