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Crítica: Relatos salvajes (2014), de Damián Szifron

Relatos salvajes (Argentina / España – 2014)

Dirección y guion: Damián Szifron / Fotografía: Javier Silva / Música: Gustavo Santaolalla / Edición: Damián Szifron y Pablo Barbieri / Dirección de arte: Clara Notari / Intérpretes: Ricardo Darín, Oscar Martínez, Leonardo Sbaraglia, Érica Rivas, Rita Cortese, Julieta Zylberberg, Darío Grandinetti, María Onetto, Nancy Dupláa, Osmar Núñez, María Marull / Duración: 122 minutos

Lanzar al medio una nueva voz acerca de una de las películas que viene trayendo demasiada polémica a cuestas es una tarea compleja. Muchos colegas extremistas deciden pararse de uno u otro lado de la vereda de la controversia, mientras que otros se quedan en la mediocridad de las medias tintas o las gradaciones grises de la paleta cromática. En mi incipiente carrera como crítica de cine me detengo y reflexiono. Las voces autorizadas por el campo están polarizadas, y las nuevas, como la mía deberán tratar de sentar posición y descansar sobre la convicción de haber argumentado con fundamento, o al menos, haberlo intentado.

Hablar de cine argentino en una época de claro florecimiento de la actividad cultural local siempre es motivo de celebración. Sin embargo, en casos como estos, en los que se estrena un filme como Relatos Salvajes (Damián Szifrón 2014) en el que lo que sobresale a simple vista es una gran campaña de marketing, los metadiscursos producidos (y los que se producirán) son el semillero de un diálogo infinito entre aquellos que adoran la película (y todo su contexto) y los que la odian tan sólo por su apariencia.

No voy a negar que la película sea un gran “tanque” nacional cuyo bastión principal es la comercialización masiva, pero tampoco puedo eludir la reflexión sobre el gran trabajo técnico que el filme despliega. Lo que quiero decir es que si bien es evidente la fuerte estrategia de prensa que denota, ésta no anula las características cinematográficas que Relatos Salvajes sabe presentar. Es frecuente asistir a eventos artísticos de la misma naturaleza, que una vez terminada la obra lo único que queda es la sensación de haber sido estafado emocional e intelectualmente. El filme de Szifrón no es una obra maestra pero si una buena película.

Para comenzar es necesario abrir el fuego y generar la posibilidad de debatir en torno a un fenómeno en auge que es el concepto de “lo múltiple”. En el caso de Relatos Salvajes, el primer obstáculo es definir su género. Pero lo que importa no es encasillar la obra bajo ningún compartimiento estanco de previsibilidad, sino más bien ejercitar la mirada en la ampliación de las clasificaciones y olvidarse por un rato de la tentación taxonómica. Una vez aceptado el desafío, si es un thriller, una de ciencia ficción o comedia ya no tiene interés. El punto es observar cómo todas estas posibilidades estilísticas se amalgaman de forma uniforme para que con astucia en la manipulación de las herramientas del lenguaje audiovisual, éste gran relato fragmentado cobre sentido total.

La premisa es transparente y la palabra “relatos” en el título del filme colabora en la anticipación de la estructura dramática. Son seis los relatos que con completa autarquía retórica se presentan como auto conclusivos. Una introducción, un desarrollo y un desenlace son las tres partes ineludibles de cada segmento narrativo. Cine clásico en su máxima expresión con la colaboración de un equipo técnico que favorece el pleno despliegue de cada historia cuyo eje central es la inminencia del límite.

De forma indirecta, Szifrón interroga a la audiencia y la interpela cuando pregunta ¿qué harías si te encontraras ante el límite de perder el control? Con el estratégico juego de la identificación inmediata, el encanto del filme ya está en marcha. En una sociedad que mira más series que cine, ¿qué mejor opción que ofrecer seis pequeñas historias de corta duración de contundencia visual y temática? La oferta es al menos, tentadora.

Mucho se ha dicho sobre el tema de la película y es por ese motivo que con el foco en otro lado mi análisis no profundiza en ese nivel de análisis, sino que lo esboza al descreer que el tópico sea únicamente la violencia y la justicia por mano propia. Propongo pensar, más bien, en el concepto de la ira. Está claro que cada relato involucra un hecho de violencia, sea física o verbal, pero tal hecho es sólo la consecuencia de una sucesión de eventos previos a cada relato (cuyas imágenes no se muestran) y que se presentan sugeridas a través de los diálogos y ciertas acciones muy concretas.  Es aquí donde pongo el acento y elogio no sólo las posibilidades materiales de la realización técnica, sino también las de la dirección. El recorte es sugerente y tomar la decisión de mostrar sólo el momento de la explosión emocional, revela el hilo conductor de toda la película.

Relatos Salvajes es un variopinto abanico de situaciones extremas que llevadas al plano de la ficción dejan abiertos los espacios para la multiplicidad de opiniones. No es fácil admitir que lo que se ve en la pantalla muchas veces sea el reflejo de la vida misma. La función del cine no es copiar la realidad, sino recrearla de tantas formas posibles como realizadores existan. Szifrón propone la suya. ¡Que la tolerancia lo acompañe!

Por Paula Caffaro
redaccion@cinersmaplus.com.ar

 

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