Crítica: Con amor y furia (2022), de Claire Denis

Con amor y furia / Avec amour et acharnement (Francia – 2022)
Estreno en cines
BAFICI 23: Trayectorias

Dirección: Claire Denis / Guion: Christine Angot y Claire Denis / Fotografía: Eric Gautier / Producción: Olivier Delbosc / Música original: Stuart Staples / Montaje: Sandie Bompar, Guy Lecorne, Emmanuelle Pencalet / Intérpretes: Juliette Binoche, Vincent Lindon, Grégoire Colin, Issa Perica, Bulle Ogier, Mati Diop / Duración: 116 minutos.

Decía Claire Denis acerca de este filme rodado durante los mojones de la pandemia en el 2021, que su título en inglés (Both Sides Of The Blade), que podría traducirse en español aproximadamente como A ambos lados de la hoja o del filo, definía más claramente el espíritu del relato.

Son dos sujetos unidos por el amor que, al mismo tiempo y de manera disruptiva, quedan cada uno a un lado distinto, de la hoja, o sea del objeto del deseo que los separa al mismo tiempo que los mantiene, a cada lado.

Esta historia acerca del amor y sus complejidades viaja en el cuerpo de estos dos actores superlativos, Sara que compone Juliette Binoche y Jean encarnado por Vincent Lindon. El filme comienza con una secuencia que pone en cada cuadro la infinita capacidad expresiva de Claire Denis. En el medio del mar, solos como si no existieran más que ellos Sara y Jean viven en cada plano el placer y el amor puesto en cada gesto como si nada pudiera inmutarlo. Con esa extraña certeza que se tiene cuando se ama a alguien, aun cuando no sepamos lo que la realidad nos depare.

Este comienzo de amor casi idílico plagado de planos donde el cuerpo narra junto a la cámara – especialidad de Denis sin duda alguna – va a ir deviniendo en otra historia cuando de este paraíso nos traslademos a la urbe Parisina y la rutina de nuestros protagonistas.

Sara conduce como periodista un programa de radio. Jean está reconstruyendo su vida luego de una década en prisión. Mientras Sara activa su carácter en el trabajo, donde se tocan temas de actualidad que debo remarcar quedan muy fuera de contexto para con el resto del relato o pierden su peso específico que no es menor porque no logran ser profundizados. Jean sufre la culpa de la distancia que lo separa de su hija, que vive con su madre. Son, en su vaivén, una pareja como tantas, si no es así la entramada construcción de dos singularidades que intentan articularse juntas.

El quiebre será inesperado y se hará una intromisión visceral, cuando Françoise una expareja muy importante en la vida de Sara, reaparece. Y no solo se creará un vínculo dependiente de Sara con Françoise, sino que este reaparecido trazará un vínculo con Jean. Un triángulo amoroso donde cada encuentro entre los personajes destellará algunos diálogos brillantes y otros momentos mucho menos claros o inquietantes.

La fotografía de Eric Gautier, que domina con los primeros planos, nos sumerge en los momentos de discusión como si nos calara los huesos, y en los momentos de pasión como si nos rozara la piel.

Una de las características singulares es la estructura de un montaje no lineal, como quebrado, que no deja en transparencia en que tiempo es el que se habita, y esto se repite a lo largo de muchas escenas. Sin duda esto funciona como un resorte de ruptura, evitando que se produzca cierto crescendo clásico del melodrama romántico.

Christine Angot ha colaborado en el guion con la realizadora, al igual que en el filme Un bello sol interior, pero en este nuevo relato la organicidad no aparece tan sólida.

Igualmente, nunca olvidemos que para Claire Denis el romanticismo está muy lejos de ser una melodía encadenada a lo Elvis Presley está más cerca del tema de Stuart Staples que suena a lo largo del filme.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria

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