Crítica: Alcarrràs (2022), de Carla Simón – MDQFF37

Alcarrràs (España / Italia – 2022)
MDQFF35: Panorama Nuev@s Autor@s
Berlinale 2022: Oso de Oro a la Mejor Película

Dirección: Carla Simón / Guion: Carla Simón, Arnau Vilaró / Producción: María Zamora, Stefan Schmitz, Tono Folguera, Sergi Moreno / Fotografía: Daniela Cajías / Montaje: Ana Pfaff / Intérpretes: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xènia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou / Duración: 120 minutos.

Los mundos antagónicos de la última película de Clara Simón quedan en evidencia en la hermosa secuencia de apertura. El juego de la niña protagonista y sus primos en un auto abandonado inmediatamente se interrumpe por la llegada de una máquina que lo remolca. Es el principio del ocaso, el de la estadía de una familia que ha cultivado las tierras durante ochenta años, pero que deben entregarlas porque los códigos de las nuevas generaciones ya no tienen que ver con las palabras sino con los papeles y otros intereses. Sin embargo, lejos de centrarse en una trama que se concentre exclusivamente en el litigio, las intenciones dan cuenta de los vínculos y las reacciones ante el cambio inevitable, y allí están los dos universos atravesados por el juego: los niños actúan como adultos con sabia inocencia y los adultos lo hacen como niños con torpeza. Más allá, los abuelos con sus historias y toda su humanidad.

En Alcarrràs hay un universo consagrado al mundo de la cosecha. Ambientada en una zona rural de Cataluña, la amenaza externa (la lógica del mercado) repercute en el seno familiar que no es ajeno a precarizar las condiciones laborales para su propia conveniencia. Nada escapa al capital, solo cambian las formas. Los paneles solares, aún con sus supuestas buenas ambiciones, terminan por conformarse en una plaga que requiere de la tala de árboles. Con trazos sutiles, Simón conjuga esta problemática con la del propio crecimiento de los niños y las niñas, un terreno que le viene de maravillas, y con el resquebrajamiento de tradiciones y de vínculos. Al mismo tiempo le otorga una importancia vital al respaldo femenino allí donde los hombres también lloran. Lo mejor que hace Simón con el cine es capturar la vida y trabajar con un núcleo de actuaciones no profesionales de modo comunitario, para extraer de sus miradas, sus gestos y sus cuerpos una potencia fotogénica que solo la lente de una cámara que sabe mirar puede llevar a la idea de un mundo que, pese a las adversidades, todavía es capaz de iluminarse en pantalla.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant

 

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