No (Chile / Estados Unidos – 2012)
BAFICI 2013: Función de Apertura
Dirección: Pablo Larraín / Guion: Pedro Peirano / Fotografía: Sergio Armstrong / Dirección de arte: Estefanía Larraín / Producción: Juan de Dios Larraín, Daniel Dreifuss /Intérpretes: Gael García Bernal, Alfredo Castro, Antonia Zegerz / Duración: 117 minutos
Impecable para apertura del BAFICI en la era macrista. En el mismo catálogo, y con firma del nuevo director del festival, se escribe «… No cuenta, además, la estupidez prepotente de la derecha y la estupidez pedante de la izquierda, retrata a ese matrimonio de dogmáticos sin imaginación de un modo ejemplar, y pone en primer plano la idea de que la alegría puede ser, en determinadas circunstancias, la única vanguardia posible» Yendo aun más lejos que el propio Larraín, Panozzo revive una suerte de teoría de los dos demonios en su texto de presentación
Y sin llegar a eso, NO es una película que hace gala de un discurso que propone como un logro de la modernidad el triunfo del marketing sobre la política.
En 1988 la dictadura de Pinochet comenzaba a estar impugnada de un modo más eficaz desde el exterior del país (la mayoría de las repúblicas latinoamericanas habían retomado la senda democrática) y su gobierno necesitaba legitimarse frente a las potencias centrales. Para ello decidieron llamar a un plebiscito que permitiera al general genocida mantenerse en el poder durante 8 años más. La boleta de votación tendría solamente un SI (por la continuidad) y un NO (por la finalización de la dictadura).
En ese contexto un viejo militante socialista convoca para asesorarlos en la campaña a un joven creativo publicitario, René Saavedra (Garcia Bernal). El introducirá cambios radicales en el modelo de comunicación de la campaña del frente por el NO, centrando su discurso no en lo político – histórico, sino en la alegría. El slogan central era «Chile, la alegría ya viene». Un arco iris, canciones pegadizas y todo el aparato simbólico de la publicidad fue así puesto al servicio de convertir la palabra NO en un símbolo positivo.
La dictadura, mientras tanto, es a los ojos de Larraín mucho más parecida a la dictablanda que mentara el propio Pinochet, que a un modo del ejercicio violento, represivo y omnipresente del poder. Un par de amenazas casi inocentes y unos generales con muy buenos modales son el único registro presente de la dictadura. El resto es un pasado en blanco y negro donde se mezcla violencia estatal y el recuerdo solapado del desabastecimiento del final del gobierno de Allende, como si eso fuera la causa del golpe de estado.
Las disputas al interior del frente por el NO son el espacio donde Larraín aprovecha para hacer ostentosamente visible su desprecio por la política. Las discusiones y los intentos de hacer presente los horrores de la dictadura y el modelo económico impuesto por ella son puestos en el plano del ridículo. Los políticos son viejos, ideologizados (con una mirada peyorativa de tal condición) e incapaces de tener un discurso unificado y eficaz para evitar lo que parecía un resultado puesto: el triunfo de la continuidad pinochetista.
Como si el triunfo frente a la dictadura fuera el fruto de la creatividad de un publicista y no hubiera luchas políticas subterráneas y riesgosas. Como si aquel resultado no hubiera podido ser obtenido por la militancia política y la asunción de conciencia de los sectores populares. Como si ellos mismos no hubieran sido los que casi 20 años antes apoyaron al socialismo, Larraín se anima a poner sobre los hombros de René Saavedra el motivo central de la expulsión del dictador.
En este sentido el desenlace en la noche del triunfo del NO, que por respeto al lector no contaremos, es de antología.
Por Daniel Cholakian
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