Desde su regreso, en 1996, el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata tiene una deuda pendiente: construir una sección internacional competitiva que esté a la altura del gran evento que organizan cada año.
En sus inicios el problema que tenía el Festival para poder llevar adelante esta tarea era su propio reglamento, regulado por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF), que no le permitía exhibir en concurso películas que hubieran competido en otros festivales.
Hasta que el reglamento se modificó, se hizo más laxo, y les permitió ofrecer cualquier largometraje reciente. Desde entonces el festival comete continuos errores u omisiones a la hora de armar esta sección, programando filmes que compitieron, e incluso fueron premiados, en otros festivales de enorme relevancia. Por ejemplo, en los últimos años se han presentado en competencia la película ganadora del León de oro veneciano, Fausto, de Alexander Sokurov (2011), así como la ganadora de la Concha de oro de San Sebastián, Pelo malo, de Mariana Rondón (2013).
Si diseccionamos el concurso internacional de este año descubrimos que Aquarius, de Kleber Mendonça Filho compitió por la Palma de Oro de Cannes. El Cristo Ciego, de Christopher Murray participó de la Competencia oficial en Venecia, mientras Andrey Konchalovskiy ganó el León de Plata al mejor director en el mismo evento por su película Paradise. Tanto Nocturama de Bertrand Bonello, como La reconquista, de Jonás Trueba participaron de la Competencia oficial del Festival de San Sebastián. Si sumamos la competencia oficial de Locarno (otro Festival no especializado certificado por la FIAPF y muy prestigioso) la lista se ampliaría al filme rumano Scarred Hearts, de Radu Jude e incluso al filme nacional Hermia & Helena, de Matías Piñeiro. Es así que la Competencia principal de Mar del Plata se está transformando en un auténtico Festival de Festivales, algo parecido a la sección Gemas que presentan eventos como el de San Sebastián y el de Cartagena de Indias.
Una cuestión importante para la reputación de un festival es la posibilidad de ofrecer premieres mundiales o internacionales. El año pasado hubo una omisión extraña: dos prestigiosos realizadores europeos como Piotr Dumala y Paul Vecchiali, eligieron estrenar sus filmes en “La feliz” pero el Festival prefirió ofrecerles un espacio marginal en su programación y no destacarlos en el concurso.
Este año ni siquiera los filmes nacionales fueron presentados en carácter de premiere. De hecho El futuro perfecto, de Nele Wohlatz fue considerada la mejor Ópera prima en Locarno. Otra situación que afecta la visibilidad del evento es que algunas películas no envíen a sus representantes, ya sea directores, productores, actores o técnicos.
No quiero quitarle mérito a People That Are Not Me, filme ganador del Premio Ástor de oro a la Mejor Película, pero generalmente a los jurados de renombre no les gusta premiar filmes que están “muy vistos” o que no llevaron representantes a un Festival, ya que se considera una forma de menospreciar el evento, por lo que apuestan a hacer un “descubrimiento”. En ese sentido la ópera prima de Hadas Ben Aroya era un filme ideal para premiar, dado que se exhibió en Locarno en una sección marginal, no competitiva. Pero, además, el filme tiene riesgo artístico, una excelente utilización de la música extradiegética y una solidez narrativa que lo hacen digno del galardón.
Hay que tener en cuenta que la sección oficial es la carta de presentación de un festival y que presentar una competencia de obras reiteradas y premiadas en los 5 o 6 festivales más importantes del mundo atenta contra el prestigio del Festival, que por otra parte es un gran evento.
Personalmente considero que Mar del Plata debe recuperar un espacio de notoriedad en el mundillo festivalero ofreciendo una plataforma de lanzamiento para obras nuevas o que no lograron espacios destacados en otros festivales importantes.
Fuera de lo expuesto, es un evento extraordinario al que solo se le puedo señalar algunos pequeños defectos: que no le brinden una gala en la sala principal a los invitados más célebres o que haya geografías del mundo con escasa representación, por ejemplo en los últimos años no se vio demasiado cine de África, Asia Central, el mundo árabe o los países bálticos.
En resumen el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata tiene un problema importante por solucionar que se relaciona con su carta de presentación al mundo, dado que es un evento consolidado y cálido que permite el disfrute de los espectadores e invitados.
Por Fausto Nicolás Balbi
@FaustoNB
Foto: Quique Mazzarino (Prensa del Festival)