Entrevista a Gianfranco Rosi, ganador del Oso de Oro

Fuocoammare, el nuevo e intenso documental con el que Gianfranco Rosi (Sacro Gra) acaba de ganar el oso de oro en el Festival de Berlín, presenta el problema de los inmigrantes que llegan en masa a Lampedusa. la cinta relata la vida de los habitantes de Lampedusa (en especial la de un niño llamado Samuele) y la de los miles de inmigrantes que desembarcan en sus costas, como si fueran dos universos paralelos que jamás se encuentran.

¿Ha tenido alguna vez la tentación, durante el rodaje, de hallar la manera de reunir estos dos mundos?
Gianfranco Rosi: No, porque filmo siempre lo que sucede en realidad y habría sido hipócrita insertar en la película interacciones ficticias. Uno de los pocos momentos en que sí se crea un contacto es cuando Samuele va a la deriva con su barquita y se acerca a las motos de la guardia costera, pero fue algo totalmente imprevisto. Todas las escenas del filme nacieron un poco por casualidad y un poco por arte de magia. La realidad siempre es más emocionante que las cosas que uno piensa.

¿Cuándo y cómo decidió equilibrar el aspecto de la actualidad informativa con el de la vida de los lampedusanos?
Durante el montaje, aunque en el montaje siempre mantuve la separación de tres momentos. Primero está el retrato de la isla, su rostro y el de los personajes que elegí al principio como compañeros de esta aventura. Quise convertir la isla en un elemento en sí mismo porque es así: hay una separación real entre la vida cotidiana de la gente y el mundo de los inmigrantes. Después está el centro de acogida, al que tuve libre acceso. Por último, estaban los desembarcos, los viajes en el navío Fulgosi, donde vi la tragedia. En total, acabé con 80 horas de metraje. Cuando empezamos con el montaje sabía que el elemento clave era la historia de Samuele, que en su “ojo perezoso” había una metáfora de la mirada perezosa que los occidentales tienen con los inmigrantes. En relación a mis anteriores películas, aquí hay un arco narrativo más largo: vemos cómo un personaje atraviesa diferentes fases, y los cambios de Samuele también fueron los míos a la hora de retratar Lampedusa.

¿Cuál ha sido la primera diferencia que encontró entre lo que se cuenta en los medios y la realidad de Lampedusa?
Los medios llegan al lugar sólo cuando hay una tragedia. Cuando yo llegué, en cambio, entre octubre y noviembre de 2014, había cierta dimensión de ausencia porque el centro estaba cerrado por obras y no había esa invasión de inmigrantes de la que hoy se habla a menudo, lo que me permitió entrar en contacto con los isleños. Hay que decir que a lo largo de los años las modalidades de desembarco han cambiado mucho. Mucho antes de Mare Nostrum, Frontex, Triton, etc. las embarcaciones llegaban directamente a la isla. Ahora la frontera ha cambiado de lugar. Las embarcaciones se interceptan en mar abierto. Así empezó una nueva fase para Lampedusa y se creó una distancia entre los isleños y los inmigrantes. Están el desembarco en el muelle, la acogida y el autobús que los lleva al centro pero ningún intercambio con los habitantes.

En el centro de acogida, en un determinado momento, vemos a un inmigrante rezando una especie de oración gracias a la que, por primera vez en la película, oímos la voz y conocemos la odisea de estas personas. ¿Cómo nació ese momento?
Tuve la fortuna de encontrar a estos nigerianos y de que se mostraran abiertos y me dejaran entrar en su habitación. Había una especie de gospel de trasfondo y luego cada uno de ellos relataba algo del viaje; más que una oración, era un agradecimiento por haber llegado a Lampedusa. Toda vez que conseguí filmar ese momento no podía añadir nada más: aquella historia lo decía todo.

El filme no nos ahorra imágenes de gran crudeza. Cuando se las encontró ahí delante, ¿qué le impactó más?
Cuando llegué con la barca a lo que parecía uno de tantos transbordos (seguí muchísimos, pasé más de 40 días en el mar), lo que más me impactó fue ver aquellos cuerpos agonizantes frente a mí y oír el rumor de su respiración. Cuando la tragedia se manifestó en la bodega, sentí el deber de entrar a documentar pero no fue una elección fácil. Después de aquel momento, decidí que había que cerrar la película y montarla con lo que ya tenía. No tenía fuerzas para seguir filmando.

¿Qué opina del cierre de las fronteras?
Creo que es algo trágico pero lo que más miedo me da es el cierre mental y eso lo siento mucho en la gente. Acabar con la idea de Schengen es algo espantoso porque, además, nada puede parar a estas personas que escapan de la muerte. Yo pregunté al grupo de nigerianos qué los llevaba a embarcarse, les dije “you might die”… Y ellos me respondieron que la llave estaba justamente en ese “might”: partían a la posibilidad de una muerte que, en cambio, en su lugar de origen constituye una certeza.

Fuente: Cineuropa

 

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