Crítica: Rara (2016), de Pepa San Martín

Rara (Chile / Argentina – 2015)

Dirección: Pepa San Martín / Guion: Alicia Scherson y Pepa San Martín / Fotografía: Enrique Stindt / Edición: Soledad Salfate / Música: Ignacio Pérez Marín / Diseño de producción: Amparo Baeza / Intérpretes: Julia Lubbert, Emilia Ossandon, Mariana Loyola, Agustina Muñoz, Coca Guazzini, Daniel Munoz, Sigrid Alegria / Duración: 88 minutos.

VARIACIONES COTIDIANAS

La mesa está preparada al aire libre con la familia alrededor: la cumpleañera Sara, su hermana menor Catalina y Paula, la madre de ambas; todas esperan a Lía, la novia de Paula, que se acerca con la torta de cumpleaños que ella misma cocinó. Entre risas por el aspecto de la misma, la abuela llega con otra en la mano. “Dos tortas son mejor que una”, comenta acomodándolas juntas y Lía, divertida, le responde: “Siempre”.

La escena coquetea con cierto desparpajo, naturalidad y ocurrencia; un esbozo del amplio abanico de tonos que maneja la directora chilena Pepa San Martín en su ópera prima centrados en la perspectiva de Sara, una preadolescente a punto de cumplir 13 años, cuyos parámetros oscilan entre la vida cotidiana de la familia, los amigos y la escuela.

Por lo tanto, a lo largo de Rara se producen variaciones y quiebres apoyados en los estados de ánimo, en la convivencia, en las peleas, en la necesidad de vivir nuevas experiencias que se contraponen con el contexto social y cultural. Por ejemplo, el profesor que denomina “particularidad” al hecho de que Paula y Lía sean una pareja o el mismo padre que, incluso en su débil construcción de personaje, inicia una demanda para quedarse con la custodia de sus hijas basado en un arranque de furia de Sara.

Este trabajo entre lo privado (encarnado en la chica) y lo público es un desglose más fino y detallado de una división mayor de ambos aspectos. Esto quiere decir, un componente privado establecido por la puesta en escena de la película misma en orden a un tratamiento de la cotidianidad, emplazado en la casa de la madre o del padre y el colegio, en la circulación por esos espacios, en el vínculo entre los personajes (sobre todo entre las hermanas) o los cambiantes estados de ánimo de Sara y un carácter público en tanto Rara está inspirada en el caso real de la jueza chilena Jaqueline Atala Riffo, a quien su ex esposo le quitó la custodia de las hijas por declararse lesbiana.

De esta forma, el juego entre las diferentes esferas de ambos componentes no cae en lugares comunes o apela a un efecto, sino que adquiere diferentes estados para volverse tangible y exteriorizarse.

Las cuatro mujeres rodean a Sara con la torta en las manos y la vela encendida. Ella no quiere que le canten el feliz cumpleaños y, por eso, cada una tararea para adentro hasta que se miran a los ojos. Sara piensa sus deseos y entonces sopla la vela. La adolescencia llegó.

Por Brenda Caletti
redaccion@cineramaplus.com.ar

 

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