Crítica: Hasta el último hombre (2016), de Mel Gibson

Hasta el último hombre / Hacksaw ridge (Australia / Estados Unidos – 2016)

Dirección: Mel Gibson / Guión: Robert Schenkkan y Andrew Knight / Fotografía: Simon Duggan / Edición: John Gilbert / Música: Rupert Gregson-Williams / Intérpretes: Andrew Garfield, Hugo Weaving, Vince Vaughn, Sam Worthington, Rachel Griffiths, Teresa Palmer, Richard Roxburgh / Duración: 139 minutos.

INVOCACIÓN CONFORTADORA

“Uno más, dame fuerza para rescatar uno más”, repite Desmond Doss mientras se arrastra noche y día entre la vegetación, los cuerpos mutilados, armas sin dueño y podredumbre; una plegaria consagrada con cada uno de los rescates de sus compañeros heridos en la batalla de Okinawa durante la Segunda Guerra Mundial y con un impacto radical sobre la perspectiva de los demás soldados hacia él y hacia su manera de entender la guerra.

De forma paradójica, Doss había sido hostigado tanto por los otros combatientes como por sus superiores durante los períodos de entrenamiento porque se oponía al uso de armas, a pesar de haberse ofrecido como voluntario para servir al ejército de Estados Unidos en carácter de médico. En consecuencia, Doss se convirtió en el primer objetor de conciencia y recibió la Medalla de Honor de manos del presidente Harry Truman.

Mel Gibson, que había dirigido su última película hace 10 años, se detiene en dos cuestiones fundamentales del filme: por un lado, en esta dicotomía del protagonista constituida por el lazo entre religión y hombre social o, mejor dicho, el deber basado en las creencias y la obligación patriótica. El pasaje entre una postura y otra se acelera con el correr del tiempo hasta que ambas se vuelven una sola y, por lo tanto, la tensión entre Doss y sus compañeros desaparece para dar lugar al reconocimiento de su valentía y a un nuevo estímulo para enfrentar a los japoneses.

Por el otro, en el campo de batalla. Hay un trabajo en los combatientes y en los cadáveres, en las explosiones, la crueldad de los ataques, la podredumbre, los ritos, entre otros.

Si bien Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge en su versión original) está basada en una historia real, no hay una intención desmedida por glorificar al protagonista, sino que se lo presenta de acuerdo a aquellos ejes que definen su esencia, es decir, la religión y la ciudadanía; una simbiosis encarnada en la repetición de una única frase: “Uno más, dame fuerza para rescatar uno más”.

Por Brenda Caletti
@117Brenn

 

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