Crítica: El Hobbit, La desolación de Smaug (2013)

El Hobbit: La desolación de Smaug / The Hobbit: The Desolation of Smaug (Estados Unidos / Nueva Zelanda – 2013)

Dirección: Peter Jackson / Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson y Guillermo del Toro, basado en la novela de J.R.R. Tolkien / Fotografía: Andrew Lesnie / Música: Howard Shore / Montaje: Jabez Olssen / Diseño de producción: Dan Hennah / Intérpretes: Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage, Orlando Bloom, James Nesbitt, Evangeline Lilly, Luke Evans y Stephen Fry / Duración: 161 minutos

EL HOBBIT SEGÚN JACKSON

¿Hasta dónde es legítimo pensar en el mejor Tolkien –el que construye mundos autosuficientes cargados de misticismos, lenguajes propios y por lo tanto universos consistentes, mitos que sostienen un orden trascendente y una moral- al enfrentarse a la película de aventuras fantásticas que sobre la obra homónima realiza Peter Jackson?

Si bien El Hobbit no es una obra de la envergadura constructiva de El señor de los anillos tampoco es una pieza que pretenda la trascendencia que Jackson parece querer imprimirle con esta adaptación de la misma magnitud que tuvieron las tres de la saga principal. Como si hiciera falta contar todo ampliando hasta el hartazgo e inventando personajes y situaciones para llegar a las casi 9 horas de película, el realizador repite estructuras –camino, escollo, escape, camino- sin darle mayor sentido que la aventura misma y sin tramar un crecimiento dramático en este supuesto “camino del héroe”.

Lejos de toda tradición de la aventura mítico-fantástica, Peter Jackson hace de El Hobbit una película de persecuciones. Vertiginosas, cargadas de efectos especiales, desarrolladas en espacios fantásticos, pero todas y cada una hechas de puro fuego artificial, sin demasiado vínculo con el sentido del viaje. El viaje y las luchas de los elfos y sus aliados son el único sentido de la película.

En alguna secuencia, la huida de los elfos en barriles de madera, logrará articular la aventura pura a un alto nivel y entonces, al menos, tendrá algo de sentido el tiempo insumido. En otras, como la inexplicablemente larga e inconsistente secuencia de las arañas, ocurre exactamente todo lo contrario.

El modo en que despoja a los monstruos de su sentido mítico para llevarlos al puro terreno de la amenaza y la maldad, vacía a El Hobbit de cierta pretensión mayor incubada para su autor.

Tal vez los fanáticos de Tolkien se reconforten con esta nueva aventura de enanos, orcos y elfos (incluida una historia de amor algo traída de los pelos). Lo cierto es que la película es irregular incluso en tanto cine de pura acción. Se detiene en escenas simples y se repite a lo largo de la trama. Hasta la riqueza de un de sus mejores personajes, Gandalf, se pierde en una presencia narrativamente desarticulada.

Jackson parece haber quedado presa de las ambiciones comerciales que sin dudas el proyecto acarrea y con ello ha perdido el riesgo narrativo y la precisión visual de la que hizo gala en los justificados tres opus de El señor de los anillos. Habrá una tercera película sobre El Hobbit. Ojalá sus fanáticos e incondicionales disfruten de estas películas, pues para ellos parecen estar hechas.

Por Daniel Cholakian
redaccion@cineramaplus.com.ar

 

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