Doctor Foster (Reino unido / Bélgica / Estados Unidos / 2014 – Actualidad)
Creadores: Harry Williams, Jack Williams / Producción: Julian Stevens, Chris Clough / Intérpretes: Tchéky Karyo, Anastasia Hille, James Nesbitt, Frances O’Connor, Émilie Dequenne, Jason Flemyng, Titus De Voogdt, Saïd Taghmaoui, Jake Davies, Laura Fraser, Abigail Hardingham, David Morrissey, Cela Yildiz, Keeley Hawes / Compañías productoras: New Pictures, Company Pictures, Two Brothers Pictures, Playground Entertainment, BBC, Starz original / Episodios: 16 / Cadenas originales: BBC1 (Reino Unido), Eén (Bélgica), Starz! (EEUU) / Distribución en Latinoamérica: Netflix.
MISSING CHILDREN
La desaparición (tema tan histórico como actual para nosotros) genera el peor de los dolores: el no saber. Tan profundo e insoportable es ese dolor que muchos llegan a decir “preferiría que esté muerto, para poder llorarlo por lo menos”. Ese estado (“sin entidad” para los cómplices) produce en los familiares de la víctima una suspensión total al comienzo y luego, con suerte, parcial de sus vidas. No se puede superar algo que no se conoce, no se puede hacer el duelo sin una muerte. The Missing narra dos casos de niños desaparecidos muy distintos entre sí, no sólo por las circunstancias que rodean al hecho sino en la resolución de los mismos (si es que se pueden denominar “resueltos”).
La primera temporada establece un dispositivo narrativo que heredará la segunda. Pero su génesis corresponde no a un truco o yeite de guion, menos aún a un capricho; es la adopción del punto de vista del protagonista por parte de la puesta en escena. Hay tres tiempos que corren paralela y alternadamente en la serie (en un momento hasta cinco) donde hay un presente (que de manera inteligente no es ni siquiera el tiempo 0, el principal) el pasado más remoto, en donde se genera la desaparición (esta es la narración principal) y otro entre medio. La sensación que nos genera esta superposición de líneas es que el pasado está presente, nunca se fue, lo vivimos incluso en el hoy y ese es el sentimiento del padre del niño perdido: no puede desprenderse del pasado, quedó anclado allí. Cada uno de esos pretéritos tiene un relato igual de atrapante y la importancia de cada uno va variando con el correr de los capítulos.
La segunda temporada utiliza esto, menos por adoptar también el punto de vista de los personajes que por haberse establecido como un código de la serie. De todas formas funciona con la misma eficacia. En este segundo caso lo más importante no es la desaparición, apenas mostrada, sino el regreso y todos los interrogantes que este trae consigo. La aparente dificultad para readaptarse a la vida normal luego del cautiverio nos recuerda al drama de la protagonista del filme Room / La habitación. Sin embargo se abre una gran incógnita cuando el detective Baptiste (denominador común de ambas temporadas) cuestiona la propia identidad de la “regresada”.
Con ese misterio se abren muchos más capítulo a capítulo y todos ellos son igualmente intrigantes. Tal vez la primera temporada tenga una construcción de personajes más compleja y su drama psicológico sea mayor, pero la segunda gana mucho más en lo que refiere a misterio y posee unos cliffhanger que la vuelven mucho más adictiva.
La violencia de género y la trata de personas son problemáticas que inundan las pantallas hoy día, especialmente en las producciones europeas, lo que es síntoma no sólo de una cierta modalidad criminal sino que también refleja las relaciones de explotación que se establecen entre la Europa occidental y el resto del mundo. En un continente donde vienen ganando terreno los discursos xenófobos de derecha, no está nada mal que sus ficciones inviten a reflexionar sobre las relaciones de poder desiguales que se le imponen a aquellos que supuestamente vienen a “invadirlos”.
Por Martín Miguel Pereira
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