Take me home (Irán – 2016), de Abbas Kiarostami
Por Guillermo Colantonio (@guillermocolant)
Una pequeña joya de Kiarostami rodada en el sur de Italia, entre valles y escaleras, sin diálogos, en un perfecto digital en blanco y negro cuya acción principal es una pelota que cae y que veremos caer durante un rato porque “la repetición hace la poesía” en las películas del recientemente fallecido director. El espacio se torna infinito gracias a la ilusión que genera el montaje y la cadencia de imágenes musicalizadas delicadamente nos introduce en un espacio fantástico (“Todas las escaleras, la escalera”) hasta retomar el equilibrio inicial. Una pelota que cobra vida y un niño que la persigue. Parece un gag de los inicios del cine o un homenaje al famoso globo rojo de Lamorisse del que hablaría Bazin, objetos que se rebelan ante sus dueños. Pero es sobre todo una delicia.
La muerte de Luis XIV (Francia / España / Portugal – 2016), de Albert Serra
Por Guillermo Colantonio (@guillermocolant)
Serra, esteta como pocos, construye un réquiem y la muerte opera en un doble sentido. Es la del personaje histórico en cuestión pero también la de ese enorme rey de la pantalla llamado Jean-Pierre Léaud. Su exquisita composición de la agonía de Luis XIV en medio de la atmósfera decadente que impregna el filme opera como un contraste inmediato con aquel chico corriendo por la playa hacia el final de Los 400 golpes, de Truffaut. Por ende, hay una dimensión emotiva presente en el imaginario de todo cinéfilo al ver ese cuerpo gastado por el paso del tiempo y que ahora se consagra a interpretar al poderoso monarca en sus últimos momentos. Lo vemos descansar, padecemos su dolor, acompañamos los estados febriles y observamos sus miradas como si siguiéramos los versos en un poema. La película se sostiene sobre los pilares del silencio y de los parsimoniosos movimientos de quienes rodean al rey, con predominio de planos de conjunto y primeros planos que otorgan a cada momento un sentido pictórico, no en su acepción de decorado, sino de cuadros vivientes. La propuesta de Serra es sensorial, es el cine en su estado más material, allí donde reina la belleza. Y es cuando uno no quiere volver a la ruta.
Viejo Calavera, de Kiro Russo (Bolivia / Qatar – 2016)
Por Mónica Samudio Valencia (@MoikSamudio)
Ganadora del Premio a la Mejor Película en Cartagena de Indias, desde Bolivia llega el primer largometraje de Kiro Russo, una historia de ficción que sucede en una mina de la ciudad de Huanuni y que nos interna en la oscuridad, la pesadez, la borrachera y en la atemporalidad de un joven que pierde a su padre y su única opción es trabajar en la mina con su padrino.
La mina es un personaje más de este filme. Una historia contada trabajando sobre la oscuridad y el contraste, que deslumbra con escenas que parecen pinturas, logradas por el director de fotografía Pablo Paniagua. Además, la banda sonora y el montaje nos transportan a escenas del cine soviético y alemán, de la era industrial. Esto gracias, en parte, al trabajo de Kiro Russo en su triple rol de director, montajista y sonidista.