REPLANTEAR EL MARCO
En un mundo contemporáneo repleto de hibridaciones, ambigüedades, colectivos y postidentidades, el director español Jo Sol propone en Vivir y otras ficciones, la anomalía como un nuevo sujeto problemático frente a los regímenes normativos que configuran las pautas sociales y culturales del deber ser; unas fórmulas rígidas y hasta obsoletas, que obligan a la sociedad a encajar en un marco que ya no tiene nada que ofrecer más allá de una constante vulnerabilidad y frustración en el cuerpo, el alma y la mente de cada individuo. Entonces, ¿cómo quebrar la opresión del portarretratos?
– En un momento del film Antonio dice “A la gente no le molesta la diferencia, lo que no soportan es verse a sí mismos en esa fragilidad”, lo que me llevó a pensar a los protagonistas como parámetros de un combate constante con lo externo e interno.
Nunca lo había pensado pero es cierto, siempre eres algo que no está bien porque te sitúan en un estándar imposible. Es como la pornografía, te ubican en algo que no sucede y la gente que la consume, y lo cree, se frustra con su sexualidad porque nunca es así. Con el cuerpo pasa lo mismo porque no encarna la realidad, sino que está atravesado por la realidad capitalista, en el sentido de que nunca vas a poder ser. Siempre hay una manera de proyectarte hacia un infinito muy improbable pero que sirve de motor para producir, para situar lo que sí y lo que no, para cotizar de una determinada manera en el ámbito social, darte una serie de referencias en las que todo el mundo se supone debe de estar de acuerdo, cuando son muy dudosas y es un sistema muy cruel. Pero es el sistema que hemos establecido entre los hombres, uno domina y el otro es dominado, uno carga con el resentimiento y el otro se place de su jerarquía.
– Esa visión está todo el tiempo presente en la oscilación entre el deber ser y la anomalía. Es muy interesante la reflexión de Pepe respecto de la foto familiar. ¿Cómo se construyó?
Esa frase la había dicho Pepe en El taxista ful (2005) y yo le pedí que la repitiera. Al principio, nos pusimos de acuerdo sobre qué ibamos a decir. En este caso, postulamos la anomalía como nuevo sujeto problemático, como una irrupción imprevista que tiene la capacidad de vincular toda una serie de luchas como el movimiento transfeminista o los trabajadores sexuales, gente que está muy al margen, que no participa del pensamiento hegemónico y tiene preguntas muy frontales para debilitarlo.
Después de escribir una historia, me planteo cómo puedo jugar con la puesta en escena, con lo que tenemos (las casas son las nuestras) y con unos personajes que, por muy brillantes que sean, no pueden ser ellos mismos. Antonio está muy al límite ya que tiene pocos momentos de duda, de autocrítica, de flaqueza, eso es más difícil de trabajar y Pepe está mucho mejor porque ya habíamos trabajado antes. Es la parte en que menos satisfecho estoy con la película pero hemos llegado a este acuerdo.
– Pero, ¿Pepe lo vivió o sólo lo construyó?
Él experimentó esta cosa de ser un emigrante y vivir el sueño español de los años 50, de salir de la miseria de las áreas rurales para ir a la ciudad a trabajar en una gran factoría y que eso te permita encajar en esa foto. En ese proceso se encontró con injusticias fuertes que lo llevaron a vincularse con movimientos vecinales, sindicatos y a empezar a desarrollar un pensamiento crítico que pone en tensión esa idea de felicidad. Entonces, ya no hay un referente, tengo un hijo, una mujer, una casa, todo será plácido y estará el gato jugando allí, sino que vas a tener que inventarte tú y te lo vas a tener que creer, aunque todo conspire diciéndote que no eres suficientemente algo. ¿Cómo hacemos para creernos ese vivir en el marco? Pues siendo una anomalía, reconociendo el poder de lo real que pasa por el cuerpo, donde ha habido dolor, donde ha habido un cambio, donde se manifiesta esa impermanencia que al capitalismo le gusta tan poco porque rompe.
– ¿Cuál es la función de la música, tan presente en Vivir y otras ficciones?
Cuando hay una dificultad narrativa o de puesta en escena para sostener, por ejemplo, el raccord, buscas otros recursos narrativos. El flamenco tenía ese valor, ese grito, esa desesperación y funciona muy bien porque tenía sentido, podías saltar el tiempo de manera fluida y no era algo exógeno a la historia.
– ¿A quién le dice Pepe el monólogo del cocodrilo en el zoológico?
Ese es un error. La película tenía 15 minutos de más y empezábamos con ese psicólogo. Pepe salía de prisión y había una parte muy divertida que nos negábamos a quitar. Sin embargo, la película quedaba demasiado larga y un poco descompensada respecto a la historia de Antonio. Además, la resolución de su historia era muy etérea, suficiente pero justa. Quitamos esos minutos y quedaron cosas por explicar. Se puede llegar a entender un poco pero sí es cierto que en cine en una narración, y más en una que te envía tanta información, si quieres que se entienda tienes que plantearlo de otra manera.
– Los dos son activistas pero Antonio parece más suavizado.
Antonio estaba más desarrollado en la fiesta pero nos pasó lo mismo al revés, descompensaba para el otro lado. Allí aparecen lesbianas muy militantes, el movimiento transfeminista, personas transexuales, gente que está en el trabajo sexual, el activismo crip y queer. Parece que lo montaste de alguna manera y, si bien es muy potente porque se trata de una alianza de iguales, de personas que están en los márgenes y que se constituyen como una fuerza de choque contra esa imposición de normas, es muy difícil de explicar y me preocupaba que pareciera un carnaval. Por eso la fiesta está reducida al mínimo.
– Lo interpreté como un sueño. ¿Por qué lo incorporaste de una manera tan contrastiva respecto a la línea del film?
Porque sucedía que toda la parte activista de Antonio no se veía porque costaba mucho explicar la verdad. Si vamos a explicar la verdad es esa, pero si no la cuentas parece que la has forzado de alguna manera para importunar o generar espectáculo; eso me preocupaba mucho y la única manera que se nos ocurrió fue plantearla con esa especie de sueño. Queríamos que fuera en blanco y negro y esa parte estuviera en color para marcarlo todavía más pero nos preocupó que quedara demasiado artificial.
Estoy viendo un creciente prejuicio general tanto del público como de los estetas del cine por no saber si es documental o ficción, necesitan saber lo que es y ¡qué importa! Tampoco lo sé en este mundo postidentitario. No quería ser lo que quieren que sea para volverme claramente inteligible. Pues si les da más problemas para entender que esto no es un documental así, pues vamos a complicarles la vida y eso ha generado mucho rechazo porque les haces pensar fuera de lo establecido y de las referencias de los propios críticos, programadores, gerentes culturales, quienes acaban por determinar lo que es válido, lo que debe encajar o no en una programación.
– Me pareció curioso que los mostraras teniendo sexo. ¿Fue una decisión para evidenciar el activismo de Antonio?
Si hubiese decidido rodarlo de otra manera, esta película no se hubiese podido ver en casi ningún sitio. Ya hay suficientes problemas para ver lo rodado, no me quiero imaginar si en lugar de ese plano / contraplano hubiese dejado la cámara quieta y no hubiese realizado ningún corte. Me hubiese gustado, pero no quería pagar el precio de quedar todavía más aislado. Creo que la película se hubiera merecido un tratamiento más valiente, más frontal; sobre todo la segunda escena porque la primera está bastante lograda. Parece realmente que está masturbando al muchacho, que es alguien que no puede expresarlo con palabras. De hecho, hay una teoría de (Félix) Guattari acerca del sexo como pre-lingüístico y todas esas expresiones de placer como algo previo. Es muy interesante en un hombre que habla con mucha dificultad como Uriol, que tiene parálisis cerebral, el hecho de estar expresando placer lo hace doblemente potente porque estamos todo en un mismo nivel y es, incluso, excitante en algún punto, tiene un nivel de tensión erótica y hay una doble lectura.
Mientras que la escena de Antonio está construida para mostrarlo como un ser deseante y deseable, por el hecho de que pudiera interpelar el deseo de una mujer libre, eso nos parecía muy impactante. Esa no me gusta tanto porque no era fácil convencer a Ann (Perrelló) pues tenía un papel pequeño y súper comprometido. Ahí perdimos una buena oportunidad de llevar las cosas a otro nivel, en el que se entendiera ese dominio, esa excitación, esa tensión erótica.
– En varias entrevistas hablas de cine urgente. ¿De qué se trata?
Para mí, el cine urgente es aquel que se tiene que hacer y vas a decir lo que se tenga que decir pagando el precio que sea. Le llamo cine urgente para no llamarlo cine pobre. Eso te conecta con toda una tradición artística, que tampoco es que estoy inventando nada pero sí es un momento de llamar la atención. Hace 30 años esta conversación sería completamente estúpida, ahora es urgente. Nosotros creamos una realidad sin pedirle permiso al poder y la hacemos aparecer en público, eso tiene un valor inmenso y no necesito que mi valor sean cuántas entradas he vendido porque yo sé que dentro de 30 años esta película será igual de urgente e igual de importante.
– Dijiste que aún no hiciste el cine que querías hacer. ¿Cuál sería ese cine?
Hace rato que estoy hablando de luchas que ya existían, de voces o personas que admiro. Lo que no he podido hacer y me gustaría es trabajar con temas más universales, menos políticos, menos concretos, más abstractos y así dar una visión más personal, una sugerencia de lo que es el paso por este mundo, que nos pasa a todos. Estoy trabajando en una película así, ya tengo mucho material construido, solamente lo tengo que montar y eso es más personal que todas las cosas que haya hecho. Luego, tengo guiones escritos que, con un poco de suerte, se llegan a financiar y sería otro tipo de cine que me apetecería volver a hacer.
Por Brenda Caletti
@117Brenn