Autómata (España / Bulgaria – 2014)
Dirección: Gabe Ibáñez / Guion: Gabe Ibáñez, Igor Legarreta, Javier Sánchez Donate / Fotografía: Alejandro Martínez / Edición: Sergio Rozas / Música: Zacharías M. de la Riva / Intérpretes: Antonio Banderas, Melanie Griffith, Dylan McDermott, Robert Forster, Birgitte Hjort Sørensen / Duración: 109 minutos.
ROMPER O NO ROMPER EL SEGUNDO PROTOCOLO
Desde que se estableció como género, la ciencia ficción intenta ahondar en cuestiones que exceden al hombre y que son tan diversas como rastreos de seres prehistóricos, la vida en otros planetas o el desarrollo de sistemas tecnológicos que convivan con los humanos. A pesar de su versatilidad, la ciencia ficción está regida por una serie de estereotipos que la definen como tal. Sin embargo, no basta con tomar en cuenta estos principios y presentarlos en un espacio idóneo para su desarrollo, también es necesario cierta coherencia en la trama y la construcción de personajes.
Y esto es, en efecto, de lo que carece Autómata, la nueva película de Gabe Ibáñez, donde prevalece el aspecto visual pero se descuida la historia hasta el punto de convertirla en un relato congelado, y, en ciertos momentos, inverosímil.
En 2044, la Tierra está a punto de convertirse en un desierto radiactivo, mientras que la población no sólo se redujo de forma considerable, sino que también sufrió un proceso de regresión tecnológico. Pero este retroceso parece no haber inferido en los sobrevivientes, quienes fabrican grandes cantidades de robots Pilgrim con el propósito de beneficiar a los humanos. Para evitar que los robots se controlen a sí mismos, los científicos y empresas fabricantes les colocaron dos protocolos inalterables: preservar la vida y no modificarse a sí mismos.
Sin embargo, el policía Wallace (Dylan McDermott) encuentra a uno de los Pilgrim autoreparándose y, al verlo tan “vivo”, le dispara. El incidente se traslada a la compañía ROC (Robot Organic Century) y se le destina la investigación a Jacq Vaucan (Antonio Banderas), quien trabaja en el departamento de seguros.
Lo que se advierte de este extraño caso es que el robot contiene piezas de otro, el B2-206, que está de servicio. Entonces, Vaucan persigue a dicho Pilgrim y lo ve prenderse fuego en los márgenes de la ciudad. Ambos casos harán que Robert “Bob” Bold (Robert Forster), el jefe de Vaucan, le proponga un trueque: si halla al relojero que altera los protocolos le dará a Vaucan la transferencia que tanto ansía para vivir cerca de la costa junto a su mujer Rachel (Birgitte Hjort Sørensen) y al bebé a punto de nacer.
Pero esta puesta en escena y la presentación del conflicto pronto se pierden debido a una serie de factores: en primer lugar, la carencia de una historia sólida; en segundo, por la poca variación de ritmo en el relato; en tercer lugar, por la exposición de múltiples personajes que quedan supeditados a Banderas y que no logran desarrollarse. Tal es el caso, entre otros, de Wallace, a quien se le debe el descubrimiento de la falla del segundo protocolo como también la Dra. Dupré (Melanie Griffith) quien, en su breve aparición, reconfirma la teoría de que los autómatas están comenzando a independizarse del hombre. Por último, a partir de ciertos rasgos inverosímiles como el hecho de que Banderas pasa días en el desierto casi sin comer ni beber, le disparan y, a pesar de todo, puede moverse bastante bien, o como la contradicción en el inicio del filme donde la humanidad sufre una regresión tecnológica pero fabrica robots.
Entonces, el director se aleja de su propuesta inicial y se embarca en una serie de escenas monótonas, donde no sólo el tiempo parece estar detenido, sino también la continuidad del relato y de sus personajes. Tal vez, sólo era necesario que Ibáñez aplique el conflicto de Autómata a su propia dirección y rompiera con su segundo protocolo.
Por Brenda Caletti
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