Crítica: Dólares de Arena (2014), de Guzmán y Cárdenas

Dólares de Arena (República Dominicana / Argentina / México – 2014)
Festival Asterisco: Competencia de largometrajes

Guión y Dirección: Laura Amelia Guzmán & Israel Cárdenas, basado en la novela “Dólares de Arena”, de Jean-Noël Pancrazi / Dirección de Fotografía: Israel Cárdenas, Jaime Guerra / Dirección de Arte: Sylvia Conde / Vestuario: Laura Guerrero / Montaje: Andrea Kleinman / Intérpretes: Geraldine Chaplin, Yanet Mojica, Ricardo Ariel Toribio / Duración: 85 minutos.

CUERPOS REVELADORES

Los cuerpos se muestran en todo su esplendor y sin tapujos ya sea con manchas, arrugas o la piel caída de la vejez pero también en la tersura, firmeza y elasticidad de la juventud. Los pares de pies se alzan al aire con las plantas pegadas, incluso parecerían ofrecerse en una volátil caricia mientras el contraste entre ambas mujeres se subraya cada vez más. Porque ya no sólo entran en juego las edades o la procedencia, sino los modos de actuar y vivir: una ama, la otra juega con la ambigüedad.

Anne (Geraldine Chaplin) es una anciana francesa que parece refugiarse en República Dominicana de algún secreto familiar o disputa con su hijo; problema sugerido pero jamás revelado. Anne le paga a Noelí (Yanet Mojica), una joven dominicana de unos 20 años y quien intercambia favores sexuales por dinero, como dama de compañía. Pero en los tres años de relación, Anne se enamora de la joven y quiere llevarla a París con ella para ofrecerle otro tipo de vida.

Frente a estos contrastes que no se pueden alterar – ya sea la edad, el color de piel o el país de nacimiento – se evidencia un hecho que sólo les pertenece a cada una y que podría rebatir los anteriores: los sentimientos. ¿Aún se enamoran los ancianos? ¿Cómo se ama un cuerpo viejo?

Los directores Israel Cárdenas y Laura Guzmán navegan por la ambigüedad de Noelí como motor del aumento del amor de Anne y de la oposición entre ambas: a través de sus parcas respuestas, de la poca información sobre la joven, de la entrega de su cuerpo para el disfrute del momento y de quien pueda pagarlo, incluso, de los escasos celos de su novio frente a la Doña. Y Anne lo acepta sin resignación, aunque sean migajas o breves momentos.

El problema de Dólares en la arena es que la lógica se vuelve reiterada, previsible y termina por perder su brillo: ya no basta con la mostración de los cuerpos, la ambigüedad o los sentimientos para construir el discurso, sino la búsqueda de otros mecanismos que le devuelvan la verosimilitud, el ritmo y que la alejen del estereotipo. Porque, a final de cuentas, todo el trabajo más interesante del contraste visual se diluye en la repetición, en ese ir y venir de las protagonistas; en lugar de generar matices se torna predecible y agotadora.

Esa premisa ya se instaura en el nombre de la película– que corresponde a la novela homónima del francés Jean-Noël Pancrazi –: la relación entre ambas no es más que a base del dinero. Para una, los dólares le brindan la compañía y el amor que su soledad insiste en apartar; para la otra, se trata de un acuerdo de conveniencia que la ayuda a  conseguir solvencia y los documentos necesarios para salir del país. A pesar de esto, también se desprende del título que dicha retribución económica sólo se mantiene efectiva mientras se produzca en las playas del Caribe y esta simbología se realza en determinados momentos del filme para cada caso.

El contacto tan íntimo de una planta del pie sostenida por la otra acaba, el lazo se libera y ambos cuerpos recuperan su autonomía: la lógica se repite pero la última frase pareciera indicar, por fin, una nueva connotación. Esta vez es para siempre.

Por Brenda Caletti
redaccion@cineramaplus.com.ar

 

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