mega888 Andrea Frigerio Archivos - CineramaPlus http://cineramaplus.com.ar/tag/andrea-frigerio/ Crítica, análisis y noticias de Cine Thu, 30 Jul 2020 22:30:33 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.4.3 218751714 Crítica: El Encanto (2020), de Juan Pablo Sasiaín y Ezequiel Tronconi http://cineramaplus.com.ar/critica-el-encanto-2020-de-juan-pablo-sasiain-y-ezequiel-tronconi/ http://cineramaplus.com.ar/critica-el-encanto-2020-de-juan-pablo-sasiain-y-ezequiel-tronconi/#respond Thu, 30 Jul 2020 22:10:41 +0000 http://cineramaplus.com.ar/?p=25993 Crítica de "El Encanto", filme argentino de Juan Pablo Sasiaín y Ezequiel Tronconi, protagonizado por Ezequiel Tronconi, Mónica Antonópulos y Yamila Saud.

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El Encanto (Argentina – 2020)
Debido a la crisis sanitaria este filme se estrena simultáneamente en Cine.Ar TV y Cine.AR Play (Gratis durante una semana).

Dirección y Guion: Juan Pablo Sasiaín y Ezequiel Tronconi / Producción: Diego Corsini, Mariana Cangas, Matías Lértora / Dirección de Fotografía: Eric Elizondo / Dirección de Arte: Lucila Presa / Montaje: Xi Chen / Música Original: Gustavo Pomeranec / Intérpretes: Ezequiel Tronconi, Mónica Antonópulos, Yamila Saud, Michel Noher, Lucas Crespi, Andrea Frigerio, Boy Olmi, Juan Pablo Sasaín / Duración: 80 minutos.

Juan Sasiaín (La Tigra, Chaco, Choele, Traslasierra) y Ezequiel Troncoso dirigen El encanto que no es otra cosa que un drama romántico sobre la relación de una pareja que, luego de ocho años de armónica convivencia, empieza a resquebrajarse ante la imposibilidad del protagonista de asumir la paternidad.

A Bruno (Ezequiel Troncoso) le cuesta decidirse, arriesgarse, animarse a lo desconocido, en este caso, hacerse cargo de ser padre. Por eso, en el filme, Bruno siempre está yéndose o llegando, pero constantemente en una deriva que no lo fije en un lugar determinado durante demasiado tiempo. Quiso ser músico de rock, pero no pudo lograrlo. Sin embargo, ha llegado a consolidar una pareja estable, y a establecerse como enólogo al frente de una exclusiva vinería donde transcurre su vida diaria junto a una atractiva y joven empleada (Yamila Saud).

Juliana (Mónica Antonópulos) por otra parte, es una famosa chef y conductora de un programa de cocina, opera como una especie de fuente nutricia dentro de la relación de pareja. Ella lo acompaña, lo nutre y lo contiene. Pero quiere algo más. Ser madre. Y en este punto, la armonía de la atmósfera tan liviana como flotante que se nos presentó en un principio empieza a pesar y a desgastar los cimientos de la pareja.

Bruno, a pesar de su edad, se comporta como un adolescente que se mueve entre la indolencia, la indecisión, la apatía y la falta de compromiso. Teme perder su libertad frente a la responsabilidad que conlleva la llegada de un hijo. Por eso prefiere dejarse llevar en un momento por la atracción que siente por su seductora asistente, o buscando consejo con un padre (Boy Olmi) más que consistente y bien plantado, que en medio de una escena conmovedora le dirá que la paternidad te ensancha…

EL AMADO Y EL AMANTE

En la dinámica de pareja que se da entre el amante y el amado, en ciertos momentos cruciales, no se da la reciprocidad anhelada. No podría darse, ya que en el mismo instante en que el amante ama al amado, este último se retira o se diluye dejando así de reciprocar. Y en esta danza de fugas y retornos, de exigencias y abandonos, los roles amante amado se irán alternando en un juego intermitente de cierto hedonismo entre los placeres de la mesa, la bebida y la comida, y los de la cama, tanto en el espacio privado como en el espacio público que serán narrados fluidamente con cuidados planos secuencias. Y es precisamente esa alternancia de cercanía y distancia la que dará cierta tensión a la historia, planteada como una dinámica lúdica en ese juego de avance y retroceso, como un medio para ir erosionando las distancias y como un modo de introducción al acto sexual, es decir al reencuentro tan esperado o bien al desencuentro final y definitivo.

En última instancia el desenlace quedará en suspenso hasta que alguno alcance quizá la madurez necesaria y la responsabilidad para tomar una decisión tan fundamental como la de tener un hijo, o hacerse cargo de un amor que ha logrado construir y consolidar durante tanto tiempo.

Por Gabriela Mársico
@GabrielaMarsico

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Crítica: Rojo (2018), de Benjamin Naishtat http://cineramaplus.com.ar/critica-rojo-2018-de-benjamin-naishtat/ http://cineramaplus.com.ar/critica-rojo-2018-de-benjamin-naishtat/#respond Tue, 30 Oct 2018 19:46:04 +0000 http://cineramaplus.com.ar/?p=20576 Rojo (Argentina / Bélgica / Brasil / Alemania / Francia / Suiza – 2018) Dirección y Guion: Benjamin Naishtat / Montaje: Andrés Quaranta / Música: Vincent van Warmerdam / Producción: Barbara Sarasola-Day, Federico Eibuszyc / Intérpretes: Dario Grandinetti, Andrea Frigerio, Alfredo Castro, Diego Cremonesi, Raymond E. Lee / Duración: 109 minutos. MOSTRAR EL TRUCO A […]

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Rojo (Argentina / Bélgica / Brasil / Alemania / Francia / Suiza – 2018)

Dirección y Guion: Benjamin Naishtat / Montaje: Andrés Quaranta / Música: Vincent van Warmerdam / Producción: Barbara Sarasola-Day, Federico Eibuszyc / Intérpretes: Dario Grandinetti, Andrea Frigerio, Alfredo Castro, Diego Cremonesi, Raymond E. Lee / Duración: 109 minutos.

MOSTRAR EL TRUCO

A simple vista no es más que una casa común, de grandes dimensiones y aparentemente abandonada pero deja al descubierto un modus operandi: la complicidad social. Una connivencia silenciosa, aceptada, expuesta en diversos grados de violencia tanto privada como pública, exacerbada en la superficialidad de algunos comportamientos y en la manipulación del “deber ser”. La primera escena de la película lo demuestra con un desfile continuo de personas que saquean la propiedad: un señor con tapado, sombrero, zapatos y bastón que camina despacio con un reloj en brazos; una joven lleva bolsas con lo que parece ropa infantil; dos hombres cargan un televisor; una mujer con abrigo y bufanda abraza un espejo y otra señora mayor arrastra una carretilla con diversos objetos y le sonríe a un transeúnte que mira atónito la situación. Éste, una vez solo, se acerca a la puerta, la abre, echa un vistazo adentro y se va. Segundos después retoma sus pasos y, como el resto, ingresa al lugar.

El nivel de agudeza colaborativa se sostiene gracias a la confianza, es decir, a la permanente construcción de pactos tácitos entre los miembros de la comunidad que habilitan el entrecruzamiento de barreras de toda índole para conseguir beneficios propios o justificar actos como los vecinos que irrumpen en la casa bajo la excusa de curosear, los arreglos por fuera de la ley, el sermón que humilla a un desconocido, los secretos familiares o la pasividad frente a las cada vez más usuales ausencias de personas, entre otros. Además, los acuerdos se afianzan mediante las miradas desinteresadas del pueblo que actúan con indiferencia, por ejemplo, con los llamados procedimientos, mantienen las actividades extras como tenis o salidas sociales para satisfacer el status y prolongan la idea del “ya pasó, no fue nada” como sucede después del exabrupto del restaurante o saber y ocultar información.

Benjamín Naishtat articula esos aspectos con un despliegue de los ámbitos privados y públicos para crear una atmósfera cargada de detalles, alusiones, simbolismos, mensajes entre líneas y, en ocasiones, una abundancia de subtemas que dificulta su tratamiento en profundidad. Desde lo íntimo trabaja las cuestiones de pareja y los vínculos familiares como pilares de esa vida social. Por un lado, Claudio y Susana como un matrimonio consolidado, común y de renombre pero en el que se omiten algunas cuestiones; por otro, Paula, la hija de ambos, y Santiago como pareja joven que simula estabilidad pero donde ambos se desconocen. Él se muestra posesivo y apurado por mantener relaciones sexuales, mientras que ella es más reticente y se vincula con el arte, nexo que el joven no puede aprehender. La familia Morán no hace más que cumplir con lo que se espera de ella: comidas afuera, actividades sociales, invitaciones al hogar que redoblan la superficialidad, viajes, etc.

En cambio, lo público abarca la totalidad de Rojo porque tiene que ver con el desarrollo del comportamiento social previo a la dictadura militar ya sea en algunos barrios (acá Granada, el desierto y Río Seco), en el gobierno encarnado en el interventor provincial que destraba un problema internacional con unos vaqueros norteamericanos, critica a un periodista que busca incomodarlo y asiste a la función de danza de una escuela, en la oficina particular de abogado de Claudio con sus dos clientes y hasta en la cultura desglosada en la fiesta popular con ganado y baile, la preparación de la muestra de danza o en la exposición en el museo. Incluso, el director añade dos micro-referencias importantes para la construcción del pensamiento colectivo como lo es la iglesia –a la que una madre asiste para que la ayuden a localizar al hijo– y la mención de las bellas artes y su estudio como algo errado, problemático y clandestino. Todo esto abordado desde dos perspectivas: una más inocente al comienzo y otra con una violencia recrudecida desde el eclipse.

Por último, el director pone especial atención a lo discursivo abordándolo desde diferentes capas. Los diálogos que exaltan lo omitido y lo superfluo, los rumores que intensifican el clima apático, los anuncios de la época como el de Bonafide que refuerzan la individualidad nacional, lo lúdico como el juego TEG que advierte la llegada de la dictadura, la elección de “La cautiva” como obra a representar mediante el movimiento y los gestos en lugar de la palabra, los animales disecados tapados en el museo que se descubren mientras se cuenta una desdicha, el desierto como espacio de sacrificio, el acto de magia como aviso del futuro pero también como pasividad social o la acentuación del fortalecimiento de los lazos con Estados Unidos a través de los vaqueros o de los medios. Un trabajo fino que termina de revelar el encubrimiento directo o furtivo, los beneficios propios, la ceguera del renombre y los silencios que gritan verdades en paredes, objetos rotos y fotos con rostros casi irreconocibles. “¿Quién va a creer que un tercero es el dueño de la casa?”–le pregunta a su aparente amigo–. “¿Quién va a creer lo contario?”.

Por Brenda Caletti
@117Brenn

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Crítica: Mi obra maestra (2018), de Gastón Duprat http://cineramaplus.com.ar/critica-mi-obra-maestra-2018-de-gaston-duprat/ http://cineramaplus.com.ar/critica-mi-obra-maestra-2018-de-gaston-duprat/#respond Tue, 21 Aug 2018 23:07:48 +0000 http://cineramaplus.com.ar/?p=20209 Mi obra maestra (Argentina / España – 2018) Dirección y Guion: Gastón Duprat / Producción: Mariano Cohn, Jaume Roures, Fernando Sokolowicz / Música: Alejandro Kauderer, Emilio Kauderer / Fotografía: Rodrigo Pulpeiro / Montaje: Anabella Lattanzio / Diseño de producción: Cristina Nigro / Intérpretes: Guillermo Francella, Luis Brandoni, Raúl Arévalo, Andrea Frigerio / Duración: 100 minutos. VEO ¿VEO? Las obras […]

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Mi obra maestra (Argentina / España – 2018)

Dirección y Guion: Gastón Duprat / Producción: Mariano Cohn, Jaume Roures, Fernando Sokolowicz / Música: Alejandro Kauderer, Emilio Kauderer / Fotografía: Rodrigo Pulpeiro / Montaje: Anabella Lattanzio / Diseño de producción: Cristina Nigro / Intérpretes: Guillermo Francella, Luis Brandoni, Raúl Arévalo, Andrea Frigerio / Duración: 100 minutos.

VEO ¿VEO?

Las obras no son representaciones de la realidad, ni deben ser entendidas así; por el contrario, los espectadores se vinculan con ellas a través de las sensaciones. Para lograr ese lazo es necesario dedicarles unos minutos a la pura observación. Prueben ahora. La inmensidad de las montañas jujeñas en contraste con la pequeña sombra del individuo que las mira desaparece de la totalidad de la pantalla y, en su lugar, se presentan una serie de planos detalle de la misma pintura que enfatizan las formas, las materialidades, el uso de los colores, los trazos y los supuestos sentimientos provocados por la cámara subjetiva. El espectador dentro y fuera de la pantalla queda sujeto a las palabras de la voz en off femenina, al cuadro y hasta a los tiempos contemplativos estipulados para luego toparse con la guía, los visitantes del museo y las obras de Renzo Nervi hasta que se muestra al siguiente narrador: su galerista y amigo personal Arturo Silva.

En este primer pasaje se percibe la oscilación constante de Mi obra maestra entre cierto afán por cuestionar el mundo del arte contemporáneo a través de los diferentes actores sociales como las instituciones, los directivos, los compradores, las obras, los artistas, las modas, los críticos, entre otros, y la lealtad entre dos amigos que sobrepasa los límites ético-morales. De hecho, se amalgaman tanto que el título refiere a esa dicotomía: el pronombre “mi” da cuenta de la constitución de Nervi como figura emblemática de los 80 debido tanto a las condiciones artísticas como al apoyo otorgado por el galerista en una reconversión del antiguo mecenas así como también la revalorización de sus trabajos en el mercado internacional.

Si bien Gastón Duprat (en este caso dirige en solitario y Mariano Cohn es productor) trabaja fuertemente el nexo entre ambos y hasta propone algunas acciones inesperadas o íntimas, sobre todo, durante la internación del pintor tras el accidente; no acierta en el tratamiento irónico o de problematización respecto al universo artístico porque en lugar de exponer la superficialidad existente –que sí logra mostrando el alza de los precios, las repentinas muestras internacionales o el afiche de la vía pública con la imagen del multimillonario que “apuesta” al arte– apela a un tono didáctico y estereotipado que aumenta a medida que transcurre el metraje. No sólo la contemplación de la pintura al inicio es arbitraria, sino también los fragamentos seleccionados para mostrar en detalle, la guía que explica cómo debe ser el encuentro entre espectador y obra, el tiempo en que se observan esos recortes y hasta pareciera que las sensaciones particulares de cada individuo.

Claramente, los directores y el público aceptan un pacto implícito en el cual los primeros constituyen los filmes desde su punto de vista y guían a los segundos desde las lógicas narrativas, estéticas y de montaje pero el exceso de lugares comunes convalidados y matices explicativos interfiere con las intenciones satíricas, las mostraciones de la banalidad o de las propias “estafas” que plantea la película. Cuando Nervi pinta el encargo para el empresario, la cámara se sitúa frente al hombre resaltando la mirada del artista hacia su lienzo, la del galerista hacia el proceso creador y los espectadores quedan supeditados a las percepciones de ellos, mientras que al ser sorprendido por Alex la audiencia advierte los trazos sobre un rostro sin rasgos faciales, como si ésta estuviera a la espera de esa guía audiovisual que indique cómo situarse  frente a cada gesto artístico.

Más aún, los personajes refuerzan dicha característica volviéndose, por momentos, monigotes de sí mismos y hasta proponen conversaciones asimétricas que minimizan al compañero de turno. Por ejemplo, cuando huraño pintor describe las supuestas cualidades de los artistas; Silva adivina las profesiones de la gente en el parque por el aspecto, da cátedra sobre las nuevas tendencias o utiliza la obsoleta frase “el artista sólo se expresa a través de su obra”; el crítico visto como un hipster  pedante que sabe más que el resto y no acepta comentarios desfavorables o, incluso, Alex presentado como un honesto inquebrantable que averigua todo y un hippie europeo que considera al hombre como mito viviente. En contrapartida, resultan interesantes los guiños hacia otros artistas de la época o contemporáneos gracias a la alusión o puesta en escena de las obras.

Frente a la nobleza de la amistad, el arte se manifiesta como algo trivial, sin sentido y oscuro determinado por el mercado, los snobs, aquellos que saben adaptarse a las tendencias, los que no saben por qué pintan o explican demasiado para parecer intelectuales y, en último lugar, por quienes son fieles a sí mismos. La obra maestra parece adoptar todas y cada una de estas cuestiones en una mixtura plagada de reconfiguraciones, denuncias, frivolidades, supuestos entendedores de todos los ámbitos y universalidades sin importar cuántos minutos uno se detenga a explorar, si pasa de largo por varias obras, si identifica o no la mirada del autor, si siente algo frente a aquello que contempla o qué recortes elige para detenerse. Veo, veo, ¿qué ves?

Por Brenda Caletti
@117Brenn

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