Reflexionar y revisionar lo sucedido en un evento cultural tan especial para el mundo del cine, como es un Festival Internacional, no es una tarea que solo se resuma en elegir un puñado de atractivas películas exhibidas en el marco del evento. También se debe analizar qué organización presenta el mismo para cada una de las secciones, las tendencias estilísticas elegidas, las grandes presencias y las grandes ausencias entre autores y otros tópicos.
Y, sin duda, es la puesta en observación del uso de los recursos económicos al servicio de sacar adelante con las mejores galas un acontecimiento anual que pone a la vista que decisiones se toman cuando escasean los medios. O al menos cuando el desafío como realizar ciertos recortes sin que se dañe la esencia de este encuentro.
No hay mirada totalmente objetiva, por eso comparto mis apreciaciones netamente personales que, como crítica, cineasta y docente, me llevo de recuerdo en el recorrido por este Festival con sus grandes hallazgos y sus tangibles falencias.
Acerca de las Secciones de Competencia:
En esta sección central para la organización de un Festival, tenemos tres categorías de competencia en largometrajes claves: Internacional, Latinoamericana y Argentina.
Esta edición, el nuevo Director Artístico es Peter Scarlet, quien se integró pocos meses antes de la presentación del Festival, reemplazando al reconocido Fernando Martín Peña. Estamos ante una figura con una vasta experiencia en Festivales internacionales, que parece traer intenciones de otro modelo de funcionamiento y organización.
En el caso de la Competencia Internacional, fue claramente seleccionada con un criterio que prioriza a jóvenes realizadores de diversos países y presentando temáticas variadas. Aunque este criterio parece ideal, el resultado no fue muy contundente. Los filmes exhibidos no trajeron aguas realmente nuevas o audaces y provocadoras, sino que se mantuvieron en mayor o menor grado en el ámbito de la “corrección festivalera”.
Destacaría la participación de Thelma (Joachim Trier/ Noruega), Western (Valeska Grisebahch/ Alemania) y El silencio del viento (Alvaro Aponte Centeno/ Puerto Rico), por cierta singularidad en las miradas de los realizadores. Propuestas que, aún con ciertas fallas, no dejan indiferente al espectador. Ninguna de ellas fueron las ganadoras de la sección, sino Wajib (Annemarie Jacir/ Palestina), una agradable y correcta historia, que deja la sensación de “ya haberla visto” en otras películas de temática similar.
La Competencia Latinoamericana, sin dudas, es la que presentó mayor diversidad, riqueza y originalidad. Filmes femeninos e intimistas como Una mujer fantástica, del genial Sebastián Lelio (Chile), o Eugenia, de Martín Boulocq (Bolivia). Angustiantes y alucinógenos como Tormentero, de Rubén Imaz (Mexico); disruptivos y provocadores como Cocote, de Nelson Carlo de los Santos Aria (República Dominicana); la crudeza de Baronesa, ópera prima de Juliana Antunes (Brasil), sumados a la presencia estelar de La telenovela errante, de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento (Chile). Ya vemos que hay una contundencia de personalidades, países y estilos que hacen que el cine Latinoamericano muestre que goza de una salud cada vez más sólida y que no le falta vitalidad ni identidad.
No pudo ser fuerte mi paso por la sección de Competencia Argentina, por lo que destaco dos títulos que estuvieron a mi alcance de temas diametralmente opuestos y de una factura más que notable: Aterrados (Damián Rugna) un filme de terror psicológico de esos que uno espera ver y volver a ver una vez más; y Los corroboradores (Luis Bernárdez), una suerte de docuficción que juega con un mito urbano y porteño de manera inteligente y audaz para estos formatos poco comunes en la pantalla grande.
Esperemos que se puedan ampliar estas secciones esenciales para un Festival
Acerca de las secciones “Focos y Retrospectivas”
Es innegable que los nombres que voy a pronunciar son “tanques autorales” de la Historia del cine: Claude Lelouch y Maurice Pialat, a esto hay que sumarle el foco dedicado al centenario de la Revolución Rusa, las copias restauradas y un segmento dedicado a lo más reciente de la pujante producción de Corea del Sur, país invitado.
Lo que es crítico en estos casos es que para revisar la obra de cineastas de la talla de Lelouch (presente en el Festival) o Maurice Pialat, cada una de sus “retrospectivas” conste solo de 4 filmes. Lo que nos hace pensar si estas propuesta puede llamarse así, y menos aún exhibirse en pocas funciones cada filme. En definitiva se trata de una idea genial y un resultado poco feliz.
En Rescates, Corea y Centenario de la Revolución rusa, no se exhibieron más que 6 películas. Un desacierto diversificar tanto si no se pueden nutrir las secciones con una cantidad de filmes necesarios para el caso.
En oposición a esa “desacertada” organización, es cierto que serán inolvidables las proyecciones de “Un hombre y una mujer”, “La infance nue”, “Loulou”, “Octubre”, “Los unos y los otros” y hasta “Donnie Darko”, presentada en generación VHS.
Esperemos que se puedan ampliar estas secciones esenciales para un Festival, y poder augurar las mejores salas para cada proyección en la mayor cantidad de funciones posibles.
Acerca de la Sección “Autores”:
Esta sección es paradigmática, es aquella que aglutina los “nombres” que esperas encontrar, esos directores de los que ansias ver sus últimas obras. Es tan esperada y tan fetiche que aguardamos todos la programación con un lista imaginaria de nombres que ansiamos encontrar, y aun así a los que se incorporan por primera vez a la sección les festejamos sus filmes cuando nos sorprenden con una mirada artística y creativa diferente.
Esta vez festejé algunos encuentros esperados y filmes que me dejaron un sabor dulce, no porque la dulzura destilara de sus obras, sino porque el resultado fue un verdadero deleite. Como La forma del agua de Guillermo del Toro, su nueva fábula fílmica de una gran belleza plástica. Una película mainstreim con marca de autor a fuego.
Visage Village, el documental co dirigido por la gran directora Agnes Varda, que a los 90 años nos muestra la “forma de mirar” el rostro de los otros, la fotografía y las preguntas sin respuesta de cómo se puede hacer cine y arte sin límite de tiempo.
Tres avisos para un crimen, de Martin McDonagh. Una suerte de western policial con trazos de humor negro, protagonizado por la superlativa Frances Mc Dormand, en el papel de una madre que busca venganza por su hija violada y asesinada, que nos mete en el universo infernal de un pueblo sureño americano y sus reglas de supervivencia y justicia.
The Dissaster artist, de James Franco, un homenaje al archiconocido filme “The room”. Franco narra cómo nace y se realiza este largometraje, a la vez que hace un rescate del cine B y profesa su amor por el cine.
No sumo otros títulos por dos razones, están aquellos que no me parecen un hallazgo en absoluto, como el último filme de Todd Haynnes, Wonderstruck, o los que no logré ver a mi pesar, como The day after, de Hang san soo o la última producción de Richard Linklater.
Si puedo festejar algunas obras que mencioné, no por ello dejó de sentirse la ausencia de varios autores que parecían ser de paso inevitable e ineludible en el Festival, uno de ellos es sin duda el francés maravilloso de Pettit Quinquin, Bruno Dumot.
Reflexión Final:
El balance de este año trae por un lado la fuerza de dos universos claros: el cine Latinoamericano, la presencia dentro de las diversas secciones de una generosa producción documental que parece estar en su mejor momento, y algunos sólidos autores que con su magia y su arte echaron más luz y le dieron destellos de fantasía a este encuentro, viajando a esos recuerdos de un gran cine que nunca desaparece. Para que tanto el espectador medio, el cinéfilo, el que cayó por error, o el curioso, pudieran llevarse al nicho de sus recuerdos algunos filmes inolvidables.
En cuanto a los faltantes, las debilidades o errores, esperamos con ansias que se rearmen y construyan nuevos castillos de cine para un 2018 con aventuras, mejores y más jugadas.
Por Victoria Leven
@victorialeven