Crítica: Invitación de boda (2017), de Annemarie Jacir

Invitación de boda / Wajib (Palestina / Francia / Alemania / Colombia / Noruega / Qatar / Emiratos Árabes Unidos – 2017)
MDQFEST32: Competencia internacional – Mejor Película

Dirección, guion: Annemarie Jacir / Fotografía: Antoine Heberle / Montaje: Jacques Comets / Música: Koo Abu Ali / Producción: Ossama Bawardi / Intérpretes: Mohammad Bakri, Saleh Bakri / Duración: 96 minutos.

Nazaret es la ciudad con mayor población árabe de Israel, allí trascurre la historia de Abu y Shadi, un padre y su hijo que recorren en auto la ciudad para acercar personalmente cada una de las invitaciones a la boda de la hija del patriarca. Como una suerte de Road Movie urbana, tipo El casamiento de Rana (primera película de Hany Abu-Assad en Palestina), el filme estará atravesado por la muerte, pero de forma tangencial. Comienza con avisos fúnebres y a lo largo del metraje se irán colando referencias de otros sucesos como entierros, y también se mencionará el infarto que sufrió Abu recientemente.

Shadi es arquitecto, vive en Italia y el filme describe su primer día en Nazaret tras años de ausencia. Con pericia la realizadora Annemarie Jacir, irá desarrollando a largo del relato las tensiones entre padre e hijo, probablemente profundizadas por los años de ausencia. Abu, el padre, es un respetado docente que supo adaptarse a los cambios políticos y sociales, representa la sabiduría ancestral, la tradición y de alguna manera el conservadurismo. En cambio, Shadi tiene una cosmovisión distinta, más occidentalizada, a pesar de mantener un lazo con su patria al estar en pareja con una mujer de origen palestino (cuyo padre es un intelectual que participó de la mítica OLP).

Lo interesante de Wajib es la mirada sensible de su realizadora. Ella dosifica la información a la que vamos accediendo a medida que los protagonistas van interactuando con los futuros invitados a la boda. La tensión con lo judío tendrá como disparador la decisión de Abu de invitar a un hombre que es sospechado, al menos por Shadi, de realizar espionaje en favor de los enemigos del pueblo palestino.

Los actores que componen a los personajes protagónicos son padre e hijo en la vida real, artistas muy experimentados. El veterano Mohammad Bakri llegó a trabajar a las órdenes de directores consagrados como Costa-Gavras, los hermanos Taviani, Amos Gitai y Saverio Costanzo, y tiene varios créditos como realizador. Por eso no sorprende la química que demuestran en la pantalla.

El personaje de la novia/hija/hermana es fundamental porque es la que parece entenderlos a ambos. A uno por afinidad etaria y crianza común, al otro por cercanía constante. Ella representa en el filme la idea de aceptación.

Con su delicada caligrafía cinematográfica, Annemarie Jacir habla del estado de las cosas en Palestina y de tópicos universales como la tradición, la familia, los cambios en las generaciones. Finalmente, lo que Jacir parece decirnos sobre las postrimerías del metraje, es que lo que chocan en la película no son solo dos formas de ver el mundo, sino también dos caracteres muy parecidos que saben interiormente que deberán trabajar en aceptarse.

Por Fausto Nicolás Balbi
@FaustoNB

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