Crítica: Piazzolla, los años del tiburón (2018), de Daniel Rosenfeld

Piazzolla, los años del tiburón (Argentina / Francia / España – 2018)

Dirección y Guion: Daniel Rosenfeld / Fotografía: Ramiro Civita / Edición: Alejandro Carrillo Penovi / Dirección de arte: Emilio Basaldúa / Sonido: Gaspar Scheuer y Diego Martínez / Duración: 90 minutos.

Este documental funciona como un retrato biográfico de la célebre figura de Astor Piazzolla, indiscutible músico y compositor que generó un cambio radical en la historia del tango, un paradigma entre los grandes artistas nacionales del siglo XX.

Dirigido por Daniel Rosenfeld, productor y realizador argentino que ya había marcado el terreno como director en el mundo documental con dos impecables relatos: Saluzzi. Ensayo para bandoneón y tres hermanos (2001) y La quimera de los héroes (2003).

En esta nueva propuesta, Rosenfeld retorna a la dirección documental con la cuidada estética que lo caracteriza y una meticulosa narración que se va hilvanando para reconstruir fragmentos, datos, una perspectiva diferente sobre vida algo desconocida del controversial músico.

En esa búsqueda en la que entramos al universo musical, visual y familiar de Piazzolla se nos revelan algunos datos desconocidos, tanto como aquel que le da el nombre al filme: Los años del tiburón, relacionado al berretín exótico que tenía el protagónico Astor: el de cazar tiburones.

Sus hijos, uno músico cual calcada imagen de su progenitor, y la otra biógrafa de la historia de su padre, participan del filme para desplegar la incógnita de ese otro Astor que estaba bajo los escenarios, y surge así de alguna manera un retrato construido como una novela familiar, tal vez subtextual clave narrativa.

Los fragmentos de audios rescatados y de filmes, entrevistas y otros retazos más familiares de su vida personal están montados y sonorizados con un exquisito cuidado, transmitiendo a su vez la impronta que generaba su música, variada, ágil, intensa y visceral.

El espectador podrá descubrirlo si se le presenta como una figura lejana o reafirmar aquello que ya sabía más nítidamente si Astor, su música y su vida le son íntimos, cercanos y emotivos.

Un elemento esencial de la narración es definir como se lo veía al genio del bandoneón en su misma época, ya que como músico sería un virtuoso pero como compositor revolucionario transformándose casi en un extranjero en su tierra, visto de forma negativa por muchos grupos más canónicos del tango y sufriría de esa anti-popularidad musical que llevaría como una marca por muchos años. Aun cuando su genialidad y su talento era indiscutibles costó que el reconocimiento masivo y popular llegara a su carrera, pero llegó más tarde o más temprano.

Es muy atractivo escucharlo definir como es que su estilo musical se había creado en relación con las ciudades que había habitado: hay cosas que suenan a Buenos Aires, hay acordes que nacen de la multiplicidad Neoyorkina, hay silencios… hay un mundo de ciudades en sus notas, y un universo de sonidos en su percepción que unidas crearon una historia, la de su vida y la de su música una mezcla de ritmos diversos de aquel polifónico siglo XX.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria

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