Crítica: Barrefondo (2017), de Leandro Colás

Barrefondo (Argentina – 2017)

Dirección y guion: Jorge Leandro Colás / Fotografía: Leonel Pazos Scioli / Montaje: Karina Expósito / Dirección de Arte: Diana Orduna / Sonido: Carlos Olmedo / Producción: Carolina Fernández / Intérpretes: Nahuel Viale, Sergio Boris, María Soldi, Claudio Da Passano, Osqui Guzmán / Duración: 76 minutos.

NADIE ES INOCENTE

Barrefondo, la última película de Leandro Colás y primera incursión suya en el terreno de la ficción pone en evidencia la trama secreta del accionar de dos grupos en teoría enemigos, por un lado, la mafia delictiva de las bandas que roban barrios cerrados, y por el otro la policía, la ley, los responsables de velar por la seguridad de los ciudadanos. Sin embargo, en este filme que está basado en la novela homónima de Felix Bruzzone, lo que queda expuesto es cómo ninguna persona es del todo inocente.

Tavo (Nahuel Viale), el piletero, está a punto de ser padre. Abatido no sólo por el calor sino por el constante hostigamiento que recibe a diario por parte de sus refinados clientes, sus días pasan sin pena ni gloria aún, teniendo que regresar a casa y encontrarse con la presencia insoportable de su suegro, un ex seguridad con un pasado bastante turbio. Tavo también levanta quiniela, y eso a Gaby, su mujer, no le gusta para nada. Pero más allá de esta rutina desgastante lo que más le pesa a Tavo es pensar en su futuro: un hijo por nacer y la incertidumbre de saber que no cuenta con un trabajo fijo ni seguro social. El verano sólo dura 3 meses, época en la que tendrá que dar lo mejor de sí para recaudar fondos para pasar el invierno, larga y cruda temporada en la que hay que rebuscársela con otra changuita.

La tentación está latente y en este caso la encarna “El Pejerrey” (Sergio Boris), el capo de la banda que asalta countries quien le propone a Tavo un negocio ineludible: ser el informante de la organización delictiva, pues quien más que el piletero puede conocer con detalles exactos el movimiento interno de cada casa. El negocio es perfecto, y Tavo no tendría que ensuciarse las manos, sólo ganar dinero fácil y también un poco de respeto, principalmente el de su suegro. El negocio comienza, pero algo sale mal, y como producto del karma o justicia poética el futuro de Tavo estará signado por la compañía inevitable de su mayor adversario.

Barrefondo tiene una narración sencilla que avanza sin cesar y es este ritmo el que permite disfrutar del filme a la vez que decepcionarse al pensar el grado de corrupción al que estamos expuestos a diario. Nuestra seguridad parece ser la moneda de cambio perfecta que se debate en los rincones más turbios de los espacios en los que creemos vivir seguros. Nadie es inocente y la película se hace cargo de este mensaje cuando no busca representar personajes del todo buenos o malos, intentando poner en escena una problemática tan actual como preocupante.

Por Paula Caffaro
@paula_caffaro

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